Pintor de pintores

Estatua de Diego Velázquez. Madrid 2020 ©ReviveMadrid

Estatua de Diego Velázquez. Madrid 2020 ©ReviveMadrid

Diego Velázquez, pinceladas de un genio

¿Cuál crees que es el secreto para desarrollar al máximo tus capacidades? En mi opinión, es fundamental vivir en un lugar que motive tu creatividad y rodearte de personas que te ayuden a revelar lo mejor de ti. Diego Velázquez cumplió estas dos premisas, el Madrid cortesano del Siglo de Oro fue su hogar y Felipe IV su mecenas, una combinación que ayudó a forjar al genio que cambiaría el curso de la Historia del Arte.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez nació en 1599 en Sevilla. Por aquel tiempo, la ciudad hispalense no sólo era la más poblada del reino con 121.000 habitantes, sino también la más importante y cosmopolita de Europa, gracias al monopolio del comercio con el Nuevo Mundo.

Allí florecieron una nobleza y una burguesía cultas y exclusivas cuyos encargos convirtieron la ciudad en epicentro artístico del Barroco español, con nombres como Zurbarán, Murillo o Alonso Cano. Esta es la ciudad que vería dar sus primeras pinceladas al pequeño Diego, que comenzaría su aprendizaje como pintor a los diez años.

Formado con su maestro y posteriormente suegro, Francisco Pacheco, a los veintitrés años Velázquez ya poseía su propio taller de pintura en Sevilla y había realizado varios trabajos que podían calificarse ya de obras maestras, como Vieja friendo huevos o El aguador de Sevilla. Sin embargo, tanto él como Pacheco, tenían claro que el mercado sevillano se quedaba pequeño para el talento del joven pintor: en Madrid estaba la gloria.

En 1621 se presentó la ocasión de poder demostrar su valía en la corte. Felipe III había fallecido y su hijo, Felipe IV, con tan solo 16 años, ascendía al trono. En su séquito destacaban dos personalidades con vínculos sevillanos que podrían abrir las puertas a un brillante paisano: el capellán real Juan de Fonseca y Figueroa y, sobre todo, Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares, valido del nuevo Rey.

En abril del año siguiente, Velázquez marchó a Madrid con algunos lienzos como carta de presentación. Allí intentó retratar al rey, pero finalmente solo logró pintar a una figura de la época, nada más y nada menos que Luis de Góngora, capellán del rey. Su estancia en la villa y corte no dio frutos inmediatos y, antes de que acabara el año, el pintor estaba de nuevo en Sevilla.

Tras su visita a Madrid, Velázquez quedó impresionado con la calidad artística de la capital y no cejó en su empeño de retratar al rey. En agosto de 1623, viajaba de nuevo a Madrid y se disponía a retratar al mismísimo Felipe IV. El monarca supo ver que el joven sevillano tenía un don y en octubre el artista era nombrado pintor de cámara del Rey. Las puertas de la gloria se le abrían así de par en par.

Durante sus primeros años en Madrid, el pintor y su familia se alojaron en una casa de la Calle Concepción Jerónima. Posteriormente se instalaría en la Casa del Tesoro, un edificio adjunto al Alcázar Real situado en lo que hoy es Plaza de Oriente, muy cerca de la estatua ecuestre del rey Felipe IV que el mismo Velázquez ayudó a diseñar. En ella el pintor sevillano vivió, pintó Las Meninas y falleció.

Pero el genio sevillano no sólo fue pintor de cámara del monarca sino que, como funcionario, ejerció para él otras responsabilidades muy poco conocidas, como la de Aposentador Real, cargo que le impidió concentrarse en la creación artística durante sus últimos nueve años de vida pero que le permitió, a la postre, obtener el título de caballero de la Orden de Santiago. Para ello debió demostrar, entre otros requisitos, su limpieza de sangre y que ni sus antepasados ni él mismo habían ejercido nunca trabajos manuales, incluyendo la pintura.

A la vuelta de uno de los viajes a los que su puesto como aposentador le obligaban, cayó gravemente enfermo. El día 6 de agosto de 1660 Diego Velázquez fallecía en la Casa del Tesoro y era enterrado en la cercana Iglesia de San Juan Bautista, hoy desaparecida.

A pesar de su origen sevillano, la capital considera orgullosa a Velázquez un madrileño más y le brinda homenajes tan hermosos como esta escultura, obra del segoviano Aniceto Marinas, del año 1899. Ubicada ante la fachada principal del Museo del Prado, frente a la Puerta de Velázquez, ocupa lugar en el que anteriormente se ubicó la escultura dedicada a los héroes militares Daoiz y Velarde que hoy podemos contemplar en la Plaza del 2 de Mayo de Madrid.

Cuarenta años de intensa vida en la Villa y Corte como pintor favorito del rey Felipe IV conforman la inigualable obra de uno de los grandes maestros de la pintura… aquel “pintor de pintores” como lo definió Édouard Manet… un genio andaluz que se enamoró para siempre de Madrid.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599​-Madrid, 1660)

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla, 1599​-Madrid, 1660)

Por ti el gran Velázquez ha podido, / diestro, cuanto ingenioso, / ansí animar lo hermoso / ansí dar a lo mórbido sentido / con las manchas distantes / que son verdad en él, no semejantes, / si los efectos pinta / y de la tabla leve / huye bulto la tinta, desmentido / de la mano el relieve
— Francisco de Quevedo


¿dónde puedo encontrar la estatua dedicada a diego velázquez en madrid?