El club de la comedia

Monumento a Tirso de Molina. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Monumento a Tirso de Molina. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Tirso de molina, la sonrisa del siglo de oro

Seguramente, a lo largo de la vida has vivido situaciones en las que, gracias a rodearte de personas positivas y reírte con tu grupo de amigos, has mejorado tu malestar emocional o incluso físico, ¿verdad? La comedia cumple un papel fundamental en nuestras vidas pero, hace siglos, uno de sus máximos impulsores en nuestro país se vio obligado a luchar contra el poder establecido para conseguir desarrollar este maravilloso género: me refiero al gran Tirso de Molina.

Tirso de Molina, seudónimo de fray Gabriel Téllez, nació en Madrid el 24 de marzo de 1579. De orígenes humildes, pudo estudiar en Alcalá de Henares, donde coincidió con Lope de Vega, a quien admiraría toda la vida como maestro y referente por su concepción teatral. Con el "Fénix de los ingenios” llegaría a compartir, años después, triunfos en los corrales de comedias más conocidos del Madrid de la época: el de la Cruz y el del Príncipe.

Los escasos recursos familiares orientaron al joven Gabriel a la carrera eclesiástica, una vocación que siempre compaginó con su amor por las letras. En 1600 ingresó en el convento madrileño de la Merced, donde desarrolló gran parte de su obra literaria y teatral. Allí demostró no ser un fraile al uso: siempre atento a su entorno, era capaz de hacer una radiografía precisa del carácter de quien le rodeaba, para después dotar de personalidad a los protagonistas de sus comedias.

Su espíritu inquieto le llevó, entre 1616 y 1618, a residir en Santo Domingo, lo que le permitió ser uno de los pocos escritores barrocos que tuvo la oportunidad de conocer de primera mano las duras historias de la conquista del Nuevo Mundo, que usaría más tarde en sus obras.

El hecho de que Tirso de Molina, siendo eclesiástico, se dedicara a escribir obras teatrales de carácter profano, no resultaba bien visto en una sociedad tan profundamente religiosa como la del siglo XVII, marcada por el espíritu de la Contrarreforma. Por otro lado, durante los reinados de Felipe III y Felipe IV, la monarquía atravesó momentos de debilidad, por haber depositado excesivo poder en sus privados o validos. La población acudía en masa al teatro como válvula de escape al hambre y la miseria que, debido a la crisis del país, gobernaban su día a día… hambrientos también de unas comedias que solían reflejar, mediante el humor y la risa, verdades que podían molestar tanto a la monarquía como al clero.

Las obras de Tirso de Molina no fueron ajenas a esta polémica y causaron un gran escándalo. En 1625, la Junta de Reformación con que el Conde-Duque de Olivares pretendía reformar las costumbres del reino, decidió aplicar la censura sobre sus obras y desterrarlo fuera de la Corte, a los conventos mercedarios de Sevilla y Trujillo.

Sin embargo, estas medidas llegaban bastante tarde, pues a esas alturas hacía años que se representaban, con gran éxito, obras de Tirso por los principales escenarios de la Corte. El vergonzoso en palacio, Los cigarrales de Toledo, Don Gil de las calzas verdes o El burlador de Sevilla, su obra más aclamada, que marcaría el nacimiento oficial de uno de los mitos universales de la literatura española: don Juan Tenorio.

A pesar de todo, Tirso de Molina siguió escribiendo y contando con el apoyo del público, porque una cosa eran los veredictos oficiales y otra bien distinta lo que sucedía en las casas, calles, plazas y tabernas de la Villa. El fenómeno teatral constituía por aquella época una auténtica pasión nacional y todo el mundo disfrutaba acudiendo a los corrales de comedias para no perderse las representaciones del fraile madrileño.

A principios de 1648, fray Gabriel Téllez caía enfermo en el convento soriano de Almazán, donde fallecería el 20 de febrero. Pasaba a la Historia como uno de los padres de la comedia española del Siglo de Oro, junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca.

Según su propia confesión, llegó a escribir cerca de cuatrocientas obras, de las que hoy tan sólo conservamos unas sesenta. En ellas Tirso aborda con humor la lucha entre el bien y el mal… el sentimiento de culpa y la redención… algunos de los grandes dilemas del ser humano que ayudan a que su obra permanezca, cuatro siglos después, de plena actualidad.

El Madrid de su infancia y adolescencia es además, escenario reiterado en sus comedias… una ciudad que hoy homenajea a su ilustre hijo con este monumento, ubicado en la plaza de su mismo nombre, en la que estuvo ubicado el convento de la Orden de la Merced donde el joven Gabriel se ordenó fraile, y que fue demolido en 1837.

La capacidad de reír y el sentido del humor son dos expresiones que nos hacen humanos. Los niños pequeños ríen cada tres minutos y, a medida que nos hacemos mayores, vamos perdiendo esa maravillosa capacidad. Revivir el teatro de Tirso de Molina nos ayuda a recuperar esa risa de niño… algo por lo que siempre le estaremos en deuda.

Fray Gabriel Téllez (Madrid, 1579-Almazán, 1648)

Fray Gabriel Téllez (Madrid, 1579-Almazán, 1648)

Aumenta la soberbia el buen vestido
— Tirso de Molina


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