Enemigos íntimos
EL COMBATE DEL SIGLO… DE ORO: CERVANTES VS. LOPE
¡Hola, holaaaaaaaa!
—¡Señoras y señores, bienvenidos al gran combate de la literatura española! ¡La pelea del siglo —del Siglo de Oro— en directo desde el corral de comedias de Madrid!
Estamos en la Villa y Corte, año de nuestro Señor de 1604. Las gradas rebosan; los poetas de academia aguardan con la pluma en ristre, las damas despliegan sus abanicos y hasta los cómicos de la Cruz han hecho un alto solo para presenciar este duelo en verso… porque esta noche hay pelea gorda entre titanes de las letras.
¡Campana va… y presentamos a los contrincantes!
En el rincón izquierdo del cuadrilátero, con el jubón raído, mirada de veterano y el brazo izquierdo maltrecho por los arcabuzazos de Lepanto… el hombre que convirtió un molino en leyenda, el creador del hidalgo más flaco de las letras, el único, el invisible, el resistente… ¡Don Migueeel de Ceeervaaantes Saaavedraaa!
Alias: el Manco de Lepanto. Peso ligero editorial, pero con un puñetazo de tinta que cambiará la historia de la literatura universal. Hombre de una sola novela y mil infortunios. No tiene padrinos, pero sí una venganza literaria entre ceja y ceja.
Y en el rincón derecho, con capa de terciopelo, barba recortada, medalla al cuello y más versos por minuto que la taquígrafa de un tartamudo… el ídolo del pueblo, el rompe corazones de las viudas, el maestro del corral y el inventor del soneto autopropulsado… ¡Fééélix Looope de Vega y Caaaarpiooo!
Alias: el Fénix de los Ingenios. Peso superpesado del teatro popular. Cuatro comedias al mes, cinco romances por semana y enemigos por docenas.
• ¡Y aquí empieza la velada!
Esto no es un combate amistoso, señores. Es una rivalidad sin guantes, sin nombres directos, pero con pullas bien colocadas.
Cervantes escribe con un resentimiento elegante.
Lope, con metralla lírica y fans en cada patio de butacas.
El uno quiere dignificar la pluma.
El otro, vender todas las entradas.
Round a round, verso a verso, epístola a epístola… irán soltando ganchos, ironías y hasta sonetos cruzados. No esperen sangre: esperen sarcasmo. No habrá puñetazo limpio, pero sí indirectas afiladas como la navaja de un barbero.
Esto es más que un combate literario: es una colisión de estilos, de generaciones y de egos tan grandes como los jardines del Buen Retiro.
Así que vacíen sus vejigas, acomódense y no parpadeen, porque… ¡comienza el combate del siglo entre los dos colosos de las letras españolas!
¡Esto es… CERVANTES VS. LOPE!
¡Desde Revive Madrid, en exclusiva, para los lectores de todos los tiempos!
¡DING, DING, DING!
¡Comienza el primer asalto!
ASALTO I: El encuentro en Lavapiés_
Madrid, año del Señor de 1583. Tarde nublada. Lavapiés huele a pan candeal, sudor de comediantes y verso enmohecido.
—¡Atención, atención, que esto se pone serio!
Porque antes de los puños viene el saludo, y antes del primer verso afilado… hubo admiración.
Señoras y señores, el primer asalto no traerá sangre, sino reverencias.
¡Así comienza la leyenda: con un apretón de manos entre dos genios que aún ignoraban que acabarían declarándose la guerra en verso!
Nos situamos en la casa de Jerónimo Velázquez, productor teatral, cómico reputado y padre deshonrado de Lavapiés. Allí, entre paredes que olían a ensayo, celos y chismes del mentidero, coincidieron por primera vez Miguel de Cervantes y Lope de Vega.
Y allí, ¡ay!, donde uno buscaba estrenar y el otro estaba a punto de enredarse, ocurrió el encuentro.
Lope, 21 años, joven prodigio del soneto, ojos de pillo y pluma más veloz que el murmullo del mentidero, anda medio colado por Elena Osorio, hija del productor: actriz con arte sobre las tablas y más peligro que un verso satírico en cuaresma.
Cervantes, 36 años, curtido por guerras, cadenas y censores, llega con la esperanza de que don Jerónimo le monte alguna comedia, aunque sea con decorado prestado. Viste capa sobria, mirada de veterano y trae bajo el brazo su manuscrito aún tibio de La Galatea.
Y ahí se cruzan. El joven Fénix y el viejo soldado. El futuro monarca de las tablas y el hombre que aún no sabe que dará vida a un hidalgo universal.
Se saludan, se miran, se olisquean como dos perros de letras. Y… ¡PUM!
¡Respeto mutuo, señores! ¡Aplausos cruzados! ¿A que no se lo esperaban?
En el Canto de Calíope de La Galatea, Cervantes suelta esta caricia de admiración:
Muestra en un ingenio la experiencia
que en años verdes y en edad temprana
hace su habitación así la ciencia,
como en la edad madura, antigua y cana.
No entraré con alguno en competencia
que contradiga una verdad tan llana
y más si acaso a sus oídos llega
que lo digo por vos, Lope de Vega.
Lope, que no es de quedarse callado (ni en el amor ni en la métrica), le devuelve el guiño en La Arcadia (1598) y más tarde otra vez en La Dorotea.
Por entonces, aún se enviaban versos en lugar de pullas. Era la luna de miel de dos gigantes en potencia.
¡Pero no se engañen, público exigente!
Este asalto, aunque sin golpes, tiene tensión. Porque uno ve en el otro talento… y una amenaza.
Lope comienza a subir como la espuma: entra en compañías teatrales, gana público, deja viudas suspirando y censores en apuros.
Cervantes, mientras tanto, pelea con la miseria, con el fisco y con un teatro que empieza a girar en torno a un nuevo astro: Lope de Vega.
Y ya sabemos lo que pasa cuando dos gallos conviven en el mismo corral.
“¿Qué pasó después?”, preguntará usted, lector madrileño y curioso…
Pues que compartieron barrio, mentideros, misa en los Trinitarios, tertulias de poetas…
Vivieron a escasos metros. Se veían las caras, los sombreros y las sombras. Cada uno observaba al otro con media ceja alzada.
Así que este fue el inicio, amigos y lectores de las letras nobles y de los cuchillos versificados: una admiración sincera que, como toda competencia, acabó en trifulca.
Este primer asalto fue suave, elegante, casi caballeroso.
¡Pero que nadie se confíe!
Porque la tinta ya empezaba a hervir.
• ¡Y… suena la campana!
¡Se acabó el primer asalto, en el que ambos contendientes se han medido atentamente!
¡Volvemos con más en el siguiente round, cuando la admiración se vuelva amargura y los elogios se transformen en ganchos de métrica!
¡Esto es historia en directo!
¡Esto es literatura con guantes de boxeo!
ASALTO II: Del respeto al recelo_
Madrid, 1598–1602. El ring se desplaza a los corrales, a las academias y al Barrio de las Musas. El aire está cargado: de éxito, de envidia… y del olor inequívoco de una pelea en ciernes.
—¡Damas y caballeros, se reanuda la contienda literaria en la Villa y Corte!
Tras un primer asalto amable, repleto de reverencias, palmadas en la espalda y versos dedicados… empieza a cambiar el ambiente. Porque esto es Madrid. Y aquí no hay amistad que resista un pellizco de gloria ajena.
¡Suena la campana del segundo round!
• Lope sube como la espuma
Mientras Cervantes intenta colocar comedias sin derramar demasiada sangre, el Fénix está en pleno ascenso meteórico.
El muchacho prodigio ya no es promesa: es un fenómeno de masas.
—¡Atención, atención! ¡Que en el cuadrilátero entra Lope con capa nueva, pluma afilada y un séquito de admiradores que haría temblar a un torero de Vallecas!
Lo llaman “Fénix” porque resurge de todo —destierros, líos amorosos, deudas, hogueras de vanidad—, y cada vez que resurge… escribe otras veinte comedias.
Las plateas del Corral de la Cruz lo adoran.
Las mujeres de Madrid suspiran por él.
Los directores teatrales se pelean por comprarle obras.
Las imprentas lo celebran como quien les paga las deudas del mes.
Lope está, literalmente, en boca de todos.
• Cervantes, en cambio… pelea contra la vida
Nuestro Miguel, mientras tanto, camina por un Madrid que le aprieta por todos lados.
—Aquí vemos a Cervantes, señores… rebotando entre empleos mal pagados, escribiendo en ratos libres y soñando con colar una comedia en cartelera. ¡Pero el ring del teatro está copado: Lope ha cerrado las puertas con llave y luego se la ha tragado!
El teatro, ese escenario donde Cervantes probó suerte en los años 80, ya no es terreno neutral. Es territorio de Lope.
El propio Cervantes vendría a decirlo años después, como quien reconoce una derrota inevitable: “Ya no hay quien compre comedias si no son al estilo de Lope.”
—¡Y eso duele, amigos! ¡Duele más que un directo al estómago después de un cocido mal digerido!
Porque Miguel, que vuelve del cautiverio, de la guerra, de la miseria, de los sueños rotos… ve cómo su vecino joven, guapo y fecundo acapara el aplauso, el dinero y la fama.
• Últimas cortesías… antes de la tormenta
A pesar de todo, todavía encontramos un último destello de cordialidad.
En 1602, Lope —que por entonces aún mantenía la compostura— incluye un soneto de Cervantes en La hermosura de Angélica.
Un gesto generoso, elegante… y quizá inocente.
—¡Un último apretón de manos antes de que empiecen a volar las metáforas afiladas, señores! ¡Una tregua de buena educación literaria!
Ese soneto es la última evidencia documental de paz entre ambos. El último punto de empate técnico.
Lo que viene después… son ya directos literarios de calibre mayor.
• Madrid reduce el ring y sube la temperatura
El barrio de las Musas no es tan grande: Huertas, Francos, León, Lavapiés, Atocha… Dos genios encerrados en tres calles y media.
El mentidero zumba de rumores.
El teatro favorece a uno.
La crítica murmura sobre el otro.
Y la ciudad empieza a elegir bando sin que ellos lo pidan.
—¡Y aquí empieza, queridos seguidores del Barroco Deportivo, la verdadera tensión!
Cervantes observa cómo Lope se convierte en franquicia nacional.
Lope siente el aliento de Cervantes como quien siente cargarse una pluma detrás de la nuca.
¡Esto se calienta!
• ¡Finaliza el segundo asalto!
En este round no ha corrido la sangre, pero sí se ha acumulado el resentimiento: miradas torcidas y aplausos sospechosos.
Porque del respeto… nace el recelo.
Del recelo… la punzada.
Y de la punzada… el primer golpe.
ASALTO III: La primera sangre_
Madrid, 1604–1605. El cuadrilátero tiembla. El público se inclina hacia delante. Hay olor a tinta fresca… y a pelea inminente.
—¡Muy buenas noches a todos los espectadores del gran combate del Siglo de Oro!
¡Bienvenidos al round donde se acaban las flores y empiezan los mamporros literarios!
Porque hasta ahora, señoras y señores, estos dos genios habían sido diplomáticos… pero aquí llega el momento en que Cervantes suelta el primer derechazo, con sutileza, ironía y una muy elegante mala leche.
¡CAMPANAZO Y EMPIEZA EL TERCER ASALTO!
• 1605: Se publica el Quijote… pero ya lo sabía medio Madrid
14 de agosto de 1604. Lope recibe el rumor, la copia manuscrita, o ambas cosas. Y, entre comentario y comentario, en una carta a su amigo el duque de Sessa, deja caer este gancho directo al hígado cervantino:
De poetas no digo. ¡Buen siglo es este! Muchos están en cierne para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote.
—¡Atención al golpe, señores! ¡Directo, sin rima, pero con bilis! ¡Porque Lope suelta ese gancho antes de que el libro salga siquiera al mercado! ¡Esto es un preestreno con guantazos literarios!
Lope dice en público lo que muchos comentan en privado: que el Quijote es cosa de locos y que Cervantes está fuera de juego.
Y lo dice antes de que el libro salga, como quien ya ha leído el guion del combate.
Cervantes lo sabe. Lo siente. Lo huele.
Y cuando el libro finalmente sale a la calle, en enero de 1605… va cargado de respuesta.
• El golpe maestro: Cervantes contra el Arte nuevo
A pesar de ser manco, Cervantes conecta un golpe magistral contra Lope.
En los capítulos 47 y 48 del Quijote, el cura y el canónigo discuten sobre la comedia.
Y ahí, sin mencionar su nombre… Cervantes lanza su primer derechazo:
Como las paga el vulgo es justo
hablarle en necio para darle gusto.
—¡BOOOOOM! ¡Uppercut de manual!
Porque este verso, queridos lectores, es el estribillo del Arte nuevo de hacer comedias del mismísimo Lope de Vega.
Y Cervantes, que ya ha visto cómo el teatro madrileño se le ha cerrado en banda, acusa directamente al Fénix de convertir la comedia en “mercadería vendible”: un negocio populachero, sin arte ni juicio.
—¡Señores! ¡El público ruge! ¡Los poetas se levantan de sus sillas! ¡Ha llegado la primera sangre!
• Sierra Morena: el derechazo disfrazado de locura
En el episodio de la penitencia de don Quijote, Cervantes introduce una parodia sutil —pero certera— del protagonista de La Arcadia, Anfriso, que acaba loco por los celos.
Como el pastor lopesco era un trasunto literario de su autor, don Miguel estaba arremetiendo, con guante de seda, contra el propio Lope de Vega.
—¡Y esto, amigos, es un crochet literario!
Cervantes parece decir: “Lope presume mucho, pero yo le voy a enseñar cómo se exagera de verdad”.
Es indirecta, pero es saña.
Y Madrid entero entiende el mensaje.
• ¿Por qué pega primero Cervantes?
Porque ha llegado el momento en que la frustración del Príncipe de los Ingenios se convierte en voluntad de combate:
Ha visto a Lope monopolizar el teatro.
Ha visto sus comedias rechazadas por no ser “al gusto del vulgo”.
Ha visto a los directores teatrales comprar solo obras “al estilo del Fénix”.
—¡Y aquí tenemos al veterano soldado!
El hombre que volvió manco de Lepanto pero con el espíritu intacto.
Lanza el primer gancho no por moda, sino por supervivencia.
El Quijote, además de una novela genial, es también una trinchera, un ajuste de cuentas, un “¡aquí estoy yo!” en toda regla.
• El público del Siglo de Oro reacciona
Los corrales comentan. Las tertulias hierven. Los aprendices repiten las frases. Los poetas murmuran.
—¡Señoras y señores, tenemos pelea!
¡El primer golpe ya está dado y Lope lo ha encajado directamente en la honra, que es donde más duele!
El Fénix aún no ha subido al ring… pero ya se está remangando.
Y cuando Lope se cabrea… tiembla Madrid.
• ¡Fin del tecer asalto!
Cervantes ha firmado el primer golpe.
Ha marcado territorio con ironía de precisión quirúrgica.
Lope ha sentido el directo… y ahora prepara la respuesta.
—¡Permanezcan atentos, porque en el próximo asalto Lope saldrá con todo: carta, prólogo y latinajo!
—¡Esto no ha hecho más que empezar, señores!
—¡Seguimos en directo desde el Mentidero de los Representantes!
ASALTO IV: La contraofensiva del Fénix_
Madrid, 1604–1609. En el mentidero no se habla de otra cosa. El ring literario está al rojo vivo. Se han lanzado los primeros versos cruzados… y el Fénix no piensa quedarse callado.
—¡Aquí estamos, amigos de la palabra afilada y del soneto sangrante!
¡Bienvenidos al round en el que Lope se ciñe la armadura del orgullo y responde con todo el arte —y toda la mala baba— de su repertorio!
Cervantes ha golpeado… pero ahora Lope contraataca como sabe: con versos, con prólogos y con retratos enmarcados en latín.
—¡Esto no es literatura, señores: esto es propaganda de guerra con imprenta propia!
¡Empieza el cuarto asalto!
• El prólogo de El peregrino en su patria (1604)
Lope no solo lanza cartas privadas… también monta su contraataque en portada.
Y lo hace como los grandes boxeadores del verso: con estética, orgullo y símbolo en abundancia.
El libro El peregrino en su patria abre fuego con:
Un escudo de armas con las diecinueve torres de Bernardo del Carpio.
Una estatua de la Envidia.
Y un lema en latín: “Quieras o no quieras, Envidia, Lope es el único o el más raro.”
—¡Ay madre, que ha entrado con todo el marketing de época!
¡Esto ya no es solo literatura… es una campaña de imagen con más retratos que versos!
El mensaje del Fénix es claro: “Sí, me atacan, pero aquí sigo. Soy el mejor. Y si me tenéis envidia, que os zurzan.”
Y como guinda, Lope incluye un soneto de Quevedo, que también le lanza flores y cuchillos a partes iguales.
• ¿Y por qué responde así el Fénix?
—¡Porque el golpe de Cervantes no fue inocente!
Y Lope, que tiene orgullo de sobra, no va a dejar que lo llamen “mercader de disparates” sin pasar factura.
Además… ya huele el peligro.
El Quijote gusta más de lo esperado.
Y el viejo Cervantes, al que muchos daban por acabado, empieza a sonar en los corros como una voz potente.
Lope necesita proteger su hegemonía.
Y como no puede bajar al barro sin mancharse, lo hace a su manera: con prólogos bordados y desdenes con ritmo.
• Retrato, retórica y reputación
Lope enmarca su rostro en las portadas.
Cervantes, mientras tanto, comienza a burlarse de los escritores que necesitan grabado para vender libros. De hecho, años después, en el Prólogo de las Novelas ejemplares, el propio autor se describe así:
Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño,
frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva,
aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años
que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña,
los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis…
Cervantes no emplea un retrato. Lo hace en parodia. Porque él no necesita imagen: le basta con el texto.
—¡Y ahí va otro puñetazo, esta vez con guante de seda!
El alcalaíno ridiculiza la necesidad de “pintarse a sí mismo” en los libros. Y Lope, que ya lleva media docena de autorretratos publicados, se da por aludido… y por herido.
• Entre bastidores: un silencio que grita
Lope no menciona a Cervantes en público. Nunca.
No lo nombra en los prólogos, ni en los versos. Lo borra.
“Si no te nombro, no existes.”
—¡Táctica de genio, señores!
Y sin embargo… ¡todo el mundo sabe de quién habla!
Porque en este round, el golpe no es directo, sino estratégico.
Lope no quiere bajar al barro con un “don nadie” que escribe libros “de risa”.
Pero lo siente. Lo teme. Y lo ataca desde el púlpito de su fama.
• ¡Fin del Asalto IV!
Lope ha devuelto el golpe con estilo y soberbia.
Ha exhibido músculo editorial, escudo heráldico y soneto con dardo.
La pelea ya no es solo literaria: es ideológica, estética y personal.
Madrid contiene el aliento.
Los poetas sacan las palomitas.
Y el siguiente round… traerá un giro inesperado: el fantasma de Avellaneda entra en escena.
—¡No se levanten del asiento, señores, porque en el quinto asalto se cuela un tercero en discordia que agita el combate como nunca!
¿Fue Lope el instigador del Quijote apócrifo? ¿Fue Pasamonte el autor real? ¿Se escondía el Fénix detrás de la máscara?
¡Lo sabremos en el siguiente round de este combate literario sin tregua!
ASALTO V: El misterio de Avellaneda_
Madrid, 1614. El Quijote ya ha hecho historia. Cervantes está viejo, cansado… pero no derrotado. Lope sigue siendo el rey de los teatros. Y de pronto… se enciende el rumor.
—¡Muy buenas noches desde el cuadrilátero del Siglo de Oro!
Aquí estamos, en este nuevo round donde no hay guantazo directo, pero sí sombra traicionera.
Porque cuando todo parecía calmarse, cuando la pelea entre Cervantes y Lope parecía enfriarse como un puchero olvidado… entra en escena un tercero.
Un encapuchado. Un imitador. Un tal… Avellaneda.
¡Campana y misterio, que esto se pone de novela negra!
• Año 1614: se publica un “Quijote” que no es de Cervantes
Una nueva parte de las aventuras de don Quijote ve la luz.
Pero no la firma Cervantes… la firma Alonso Fernández de Avellaneda, nombre más falso que un sordo afinando una guitarra.
—¡Y el público queda en shock, señores! ¡Un desconocido ha tomado los personajes, la historia, la gloria… y ha escrito una segunda parte por su cuenta!
Es como si un boxeador anónimo subiera al ring con la bata de Cervantes y empezara a repartir sin avisar.
Y lo peor: el tal Avellaneda no solo usurpa al Caballero de la triste figura… ¡también le mete cuchilladas literarias a su propio creador!
• Las pistas del crimen: ¿por qué esto huele a Lope?
En el prólogo del Quijote apócrifo, Avellaneda sale en defensa de Lope ante las críticas que Cervantes dejó caer en la primera parte.
Y ataca directamente al autor: “Ha ofendido a dos personas: a mí… y a Lope de Vega.”
Lo acusa de rencoroso, flojo de producción y enemigo del teatro español.
Además emplea ciertas expresiones que, en el mentidero, suenan demasiado lopescas: golpes “voluntarios”, sinónimos “estratégicos”, ironías de puñal…
—¡Y aquí el público se divide!
Unos juran que detrás de la máscara está el propio Lope, o al menos su pluma disfrazada.
Otros señalan a un viejo conocido del ring: Jerónimo de Pasamonte, aquel galeote de la primera parte del Quijote a quien Cervantes ridiculizó bajo el nombre de Ginés de Pasamonte.
—¿Es una venganza literaria doble?
—¿Un encargo del Fénix?
—¿Una encerrona editorial?
¡El misterio está servido!
• Cervantes huele la emboscada… y contraataca
Don Miguel, ya con 67 años, se entera del golpe. Y lo que hace es digno de una remontada épica: se pone la bata, se ata la pluma al guante… y escribe su verdadera Segunda Parte del Quijote.
La escribe con rabia, con urgencia, con todo lo que le queda de vida y talento. Porque el golpe de Avellaneda no había sido solo literario: supuso un atentado contra su honra, contra su obra más célebre, contra su legado.
Así que, en 1615 —apenas un año después del ataque apócrifo— aparece la continuación auténtica del Quijote.
Y no es solo una secuela: es un ajuste de cuentas, una demolición, una respuesta sin precedentes.
• El Quijote responde al impostor… y lo destroza
Cervantes ridiculiza al Avellaneda ficticio sin misericordia.
Ignora su historia. Corrige sus errores. Hace que don Quijote escuche rumores del impostor y… se niegue a ir a Zaragoza, destino al que Avellaneda lo había enviado.
Viene a decir: “No soy yo ese de Avellaneda. Soy el verdadero Quijote.”
—¡Ahí lo tienen, señores!
¡No es literatura! ¡Es boxeo metafísico!
Una pelea de ficciones, de autoría, de identidad.
Y para coronar el asalto, Cervantes sugiere varias veces que el impostor es aragonés…
¿Un guiño a Pasamonte? ¿Una forma delicada de excluir a Lope sin descartarlo del todo?
El enigma sigue abierto.
• ¿Y Lope? ¿Estuvo o no estuvo detrás de la máscara?
Lope nunca lo admitió.
Nunca lo negó.
Nunca respondió al Avellaneda real… ni defendió a Cervantes.
Lope, que respondía a todo y a todos, guarda silencio.
—¡Y eso, amigos, es tan elocuente como un soneto de desprecio!
¿Complicidad? ¿Vergüenza? ¿Distancia estratégica?
Hay quien dice que Lope empujó a Pasamonte a escribirlo, que le dio alas, apoyo, incluso modelo.
Otros sostienen que el Fénix se limitó a mirar desde la barrera… con media sonrisa torcida.
• ¡Final del quinto asalto!
Y vaya asalto, señores…
Traiciones, máscaras, indirectas, imitadores, venganzas y un misterio que aún hoy levanta cejas.
Lope pudo estar detrás…
Pasamonte firmó la obra…
Y Cervantes, contra todo pronóstico, dio su mejor puñetazo con 68 años y se ganó la inmortalidad.
—¡Pero aún queda combate!
Porque la pelea no se detuvo ahí.
Aún hay un asalto más… uno más humano, más silencioso, más crepuscular.
En el siguiente round veremos si hubo reconciliación, resignación… o simplemente final.
ASALTO VI: ¿Hubo deportividad y abrazo final?_
Madrid, entre 1615 y 1616. El cuadrilátero sigue en pie, pero los púgiles… ya no lanzan golpes. Caminan. Observan. Escriben… y se despiden.
—¡Damas y caballeros, entramos en el último round!
¡Las luces del corral de comedias se atenúan!
¡La tinta se vuelve testamento!
¡Y en esta esquina del ring… dos viejos gladiadores de la palabra se miran sin palabras!
¡Última campana! ¡Esto se decide ya! ¡Si pestañeas, te lo pierdes!
• Miguel de Cervantes, 68 años
Viejo. Enfermo. Flaco como su hidalgo. Pero… con una sonrisa de victoria.
Ha publicado, por fin, su Segunda Parte del Quijote, esa que nadie esperaba y que él mismo dudó terminar.
Ha vencido al impostor. Ha ganado el respeto que siempre mereció.
—Y ahí lo tienen, señores: el veterano, el que nunca fue favorito, el que peleó más con la vida que con la pluma…
¡Se retira en pie!
¡Sin morder la lona!
¡Con dignidad!
Y —ojo— con un último gesto que sorprende a todos.
En su Viaje del Parnaso (1614), Cervantes incluye a Lope de Vega entre los grandes poetas que deben ser salvados del naufragio de la mediocridad:
Llovió otra nube al gran Lope de Vega,
poeta insigne, a cuyo verso o prosa
ninguno le aventaja, ni aun le llega…
—¡Pero qué me dices, Cervantes! ¡Después de tantos asaltos, después de tanta espina y tanto verso cruzado… le dedicas un piropo final al Fénix!
¿Reconciliación? ¿Perdón? ¿O simplemente respeto entre gladiadores?
Sea como sea… es el último gesto de nobleza de un caballero viejo que ya no busca enemigos, sino paz.
• Lope de Vega, 53 años
Más joven. Más vivo. Más idolatrado que nunca… pero ya no responde.
No hay sonetos vengativos.
No hay nuevas pullas.
Solo silencio.
—El Fénix calla. Observa. Escribe otras cosas.
Y cuando Cervantes muere, no hay dedicatoria. No hay elogio.
Pero tampoco burla.
Y eso, amigos, es mucho decir en boca de Lope.
• El final del combate: dos entierros, dos calles, un mismo Madrid
Cervantes muere el 22 de abril de 1616.
Al día siguiente, muere Shakespeare en Inglaterra.
(Y los dos sin saber que acabarían juntos en los manuales de literatura universal.)
Es enterrado en las Trinitarias, en una calle que hoy —ironías del destino— se llama Lope de Vega.
—Sí, amigos: el mismísimo Cervantes… enterrado en la calle de su rival.
Y Lope, años después, será enterrado en la iglesia de San Sebastián, a apenas unos metros.
Dos tumbas. Dos genios. Dos eternos enemigos… separados por un par de calles y por una historia compartida.
• ¿Hubo reconciliación?
Nadie lo sabe.
No hay carta. No hay abrazo. Solo esa mención amable de Cervantes… y ese silencio prudente de Lope.
—¿Fue respeto?
—¿Fue cansancio?
—¿Fue la certeza de que ya no importaba quién ganaba… sino quién perduraba?
Porque, al final, ganó la literatura.
Ganó Madrid y ganamos los lectores.
Y esta historia —de celos, genio, sátira, dignidad y estilo— se convirtió en leyenda nacional.
• ¡Suena la campana final!
¡Se acabó el combate, señoras y señores!
¡Hay empate técnico!
No hay vencedor claro. No hay beso en la lona.
Pero hay gloria. Hay versos eternos… y una ciudad que guarda a ambos genios como mitos.
EPÍLOGO: Una rivalidad inmortal, en pleno Madrid_
Mentidero de los Representantes, atardecer. El aire huele a tinta vieja y a eternidad.
—¡Y así se apagan las luces del combate, amigos de las letras y las leyendas!
El público ya se marcha, los corralillos se disuelven, los pregoneros bostezan… pero sobre el adoquinado de este Madrid eterno queda el eco de un duelo que no tuvo árbitro, ni punto final, ni acta notarial.
Porque Cervantes y Lope no fueron solo escritores: fueron dos formas de mirar el mundo, dos estilos, dos almas enfrentadas, dos genios en guerra por el lenguaje, la fama, el favor del público… y la posteridad.
Uno con corazón de soldado y alma herida. Otro con verbo suelto y frente alta.
Uno escribió desde el margen. Otro reinó desde el centro.
Pero ambos… con Madrid como escenario.
Lavapiés fue su calentamiento.
Las Trinitarias, su retirada.
El mentidero, su altavoz.
Y entre medias, calles, corralas, boticas, conventos y tabernas.
Madrid fue testigo, juez, público y escenario de esta riña legendaria.
—Aún hoy, paseando por el Barrio de las Letras, puedes escuchar los pasos de esa rivalidad.
Miras a un balcón… y ves a Cervantes sin dientes, maldiciendo a un tal Avellaneda.
Doblas una esquina… y Lope ya ha estrenado otra comedia en el Corral del Príncipe y va camino de misa con cara de victoria.
Madrid no los ha olvidado. Madrid los cita. Madrid los revive.
• ¿Y nosotros? Testigos del combate eterno
Han pasado siglos.
Los puñetazos se han vuelto análisis filológicos. Las sátiras se estudian en aulas. Los versos se subrayan con fluorescente en vez de con pluma.
Pero la rivalidad… sigue viva.
Y sigue inspirando.
—Porque, seamos claros: todos llevamos un poco de Cervantes y un poco de Lope dentro.
Unos vivimos como quien lucha contra el mundo.
Otros, como quien se lo come a versos.
Y en el fondo, eso es lo que los hace inmortales: no que se odiaran, sino que se necesitaran el uno al otro para brillar más.
• Despedida desde el mentidero
Aquí, desde este mentidero imaginario donde aún huele a imprenta y a vino peleón, el locutor que les habla —cronista de letras, bufón sin corte y testigo de la historia— se despide alzando su copa.
—Por Lope. Por Cervantes.
Por todos los que han escrito con el alma… aunque se partieran la cara en el camino.
Porque en esta ciudad, la rivalidad también es una forma de amor.
—Desde el cuadrilátero del Siglo de Oro, esto fue “Cervantes vs. Lope”, narrado desde el ring de las letras, en exclusiva para los lectores de Revive Madrid.
Nos despedimos hasta el próximo combate, queridos lectores… porque la historia de Madrid siempre guarda otro duelo bajo la capa.
“Como las comedias se han hecho mercadería vendible dicen y dicen verdad que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide”