Fiesta en “bena”

Mural cerámico de las verbenas en Madrid

Mural cerámico obra de Juan Santacruz. Madrid, 2022 ©ReviveMadrid

las verbenas: banda sonora del verano madrileño

Desde hace décadas, el panorama veraniego de nuestro país está copado, de norte a sur, por multitud de festivales musicales en los que las bandas más modernas congregan en torno a un escenario a miles de fans entregados a sus efímeros éxitos. Sin embargo, ¿en cuál de todos estos exclusivos festivales podrías disfrutar hasta el amanecer de “hits” atemporales como el Me Gustas Mucho de Rocío Dúrcal, bailando un pasodoble agarrado a tu madre o practicando una improvisada coreografía grupal junto a tus vecinos al ritmo de Paquito el Chocolatero? Esto sólo puede pasar en nuestras animadas verbenas… fiestas populares que no sólo tuvieron su origen en Madrid, sino que la misma capital nos sigue ofreciendo cada verano las más famosas y animadas de todo el país.

La verbena es la fiesta tradicional por antonomasia de Madrid. Durante los meses de verano la ciudad se viste de colores con sus alegres farolillos, para que los madrileños y madrileñas que no han huido del calor del asfalto y permanecen en la capital, no duden en concentrarse en torno a sus fiestas más populares y castizas.

Y es que el verano es, seguramente, la mejor época del año para darse cuenta de que Madrid es una ciudad de contrastes, mezcla de tradición y modernidad… y no hay mejor experiencia que una buena verbena para comprobarlo.

El germen de esta celebración tan arraigada en la cultura madrileña tiene un origen botánico, y es que su nombre proviene del de una pequeña planta, la “verbena” (Verbena officinalis), de flor rosa pálido.

Esta planta fue muy utilizada desde la antigüedad, gracias a las propiedades curativas que se le suponían. Solía recogerse al llegar el solsticio de verano y con ella se preparaban un sinfín de remedios y ungüentos para curar múltiples dolencias, empleándose habitualmente en rituales y ofrendas a las divinidades paganas, que se celebraban de madrugada y duraban hasta el amanecer.

En el siglo IV, con la decadencia del Imperio Romano, la Iglesia Católica decidió controlar la mayor parte de celebraciones paganas de este tipo, anulándolas o bien reconvirtiéndolas en fiestas religiosas, entre ellas el propio solsticio de verano, que acabó convirtiéndose en la Fiesta de San Juan.

Durante la Edad Media, los rituales nocturnos en los que se empleaba esta flor se popularizaron. Generalmente se aguardaba a la noche de San Juan para realizarlos bajo la luz de la Luna, con el fin de atraer el amor y la fertilidad.

Esta planta florecía en abundancia durante las primaveras madrileñas de manera que, durante el Siglo de Oro, en la noche de San Juan, los mozos iban a los campos a coger matas y flores y volvían coronados de verbena y entonando canciones a sus amadas.

Tradicionalmente la planta se usaba como sedante, estimulante de la lactancia materna, en cataplasmas antiinflamatorias e incluso como remedio contra la resaca, para evitar “los efluvios del vino”. Además, las novias solían ocultar flores de verbena bajo su vestido el día de su boda para procurarse así un matrimonio feliz.

Todos estos efectos se potenciaban en caso de recolectar la planta durante las primeras noches de verano, de modo que la expresión “coger la verbena” pasó a significar, ya desde el siglo XVIII, el acto de madrugar mucho la noche del 23 al 24 de junio para completar el herbolario casero.

Con el tiempo, al acercarse la noche de San Juan, los preparativos para recoger la verbena fueron originando una enorme expectación y tras la recogida de la planta comenzó a celebrarse un gran festín popular, que acabó recibiendo el nombre de la planta: verbena.

A mediados del siglo XIX, con la llegada de estas festividades, los madrileños de las clases más bajas encontraban la oportunidad de disfrutar tras haber trabajado duramente durante todo el año. Como en aquella época no existían las vacaciones, y el turismo aún no se había desarrollado, los madrileños y madrileñas aprovechaban estos días de fiesta veraniega para disfrutar de la compañía de familiares, amigos y vecinos.

Era entonces cuando las comunidades de los barrios se organizaban para engalanar sus balcones con mantillas y sus calles con pañuelos y guirnaldas de papel. Además, aprovechaban para sacar a las plazas, o a los patios de las corralas, bebida y comida, organizando bailes y pasacalles, rompiendo así con la rutina y dureza del día a día.

A estas celebraciones tan características concurrían todos los tipos populares del Madrid del siglo XIX: modistillas, violeteras, cigarreras, aguadores, etc. Tampoco faltaban los organilleros, los barquilleros o los inconfundibles chulapos madrileños.

Se bailaba el chotis al son del organillo, se comían gallinejas y entresijos y se bebía agua con azucarillos y aguardiente y la tradicional “limoná”, a base de vino blanco, zumo de limón, azúcar y canela.

Pronto, estas fiestas comenzaron a celebrarse en las plazas más céntricas de la capital y se hizo costumbre que los hombres acudieran al baile con un ramito de verbena en la solapa y las mujeres en el pecho. Poco a poco se convirtió en toda una tradición y pasó a utilizarse la expresión “ir de verbena” para sustituir a otras antiguas como “ir al baile”.

Como no podía ser de otra manera, como en la mayoría de las fiestas que se celebran en nuestro país, el carácter religioso también adquirió un papel protagonista en la celebración de las verbenas, dedicándose cada una de ellas a un santo.

Así, aparte de las organizadas por asociaciones, gremios, corralas o particulares, eran muy numerosas las verbenas “oficiales” que se celebraban en Madrid, pues cada barrio o sector tenía su advocación religiosa y le correspondía su propia verbena.

Con el tiempo, las más famosas y concurridas fueron las dedicadas a los santos San Cayetano, San Lorenzo y La Virgen de La Paloma… tres citas castizas que a día de hoy siguen resultando imperdibles.

  • Fiestas de San Cayetano, en el barrio de Embajadores. Primera semana de agosto:

    El día 7 de agosto es el día de San Cayetano y sus fiestas se suceden alrededor de iglesia la de San Millán y San Cayetano, en el número 15 de la calle de Embajadores, y de las calles aledañas a la Plaza de Cascorro.

  • Fiestas de San Lorenzo, en el barrio de Lavapiés. Del 10 al 12 de agosto:

    El día 10 de agosto es el día de San Lorenzo, cuya iglesia se encuentra en la Calle Doctor Piga de la capital. A la celebración de su verbena no faltan los manolos y manolas, como se conocía tradicionalmente a los vecinos del barrio, ni tampoco los bailes y los conjuntos de trajes castizos.

  • Pero sin duda, el plato fuerte de las verbenas de agosto llega entre el 13 y el 15 de agosto, con las fiestas de La Virgen de la Paloma:

    Una de las advocaciones más conocidas de la capital y considerada la patrona popular de los madrileños, ya que la oficial es la Virgen de la Almudena. Sus verbenas se reservan para la plaza de la Paja, la de la Cebada, la carrera de San Francisco o los jardines de Las Vistillas, que se engalanan con mantones y guirnaldas y sirven de escenario de improvisados desfiles de chulapos.

    Esta celebración, tan aclamada por los madrileños desde hace siglos, cuenta incluso con su propia zarzuela, estrenada en 1894, con libreto de Ricardo de la Vega y música de Tomás Bretón.

Como ves, las verbenas a las que acudimos cada verano reúnen más historia y cultura de la que jamás habríamos imaginado… fiestas con siglos de antigüedad que han sabido reinventarse para estar, en pleno siglo XXI, más de moda que nunca.

Hoy, este mural ubicado en la antigua Almoneda de la Calle Martín de los Heros 59, obra del ceramista Juan Santacruz, nos revela cómo debió ser una típica verbena del Madrid del siglo XIX. En ella no faltan el chotis, los chulapos, la ramillera, el organillero y los farolillos.

Y es que Madrid es una ciudad de tradiciones. Conservarlas significa conservar nuestra cultura y, de algún modo, conservar la esencia alegre y festiva de una ciudad cosmopolita que todavía, en ocasiones, mantiene el encanto de un pueblo.

Retrato de Lpe de Vega

Lope de Vega Carpio (Madrid, 1562- 1635)

Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena.

Prados de tristeza y pena
sus espinos me darán,
pues mis amores se van.

Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van
— Félix Lope de Vega


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