Armas de mujer

Busto de Clara del Rey en Madrid

Busto de Clara del Rey. Madrid, 2023 ©ReviveMadrid

Mujeres del dos de mayo: heroínas y patriotas

“La guerra es siempre una derrota de la humanidad”

Esta frase, pronunciada por el Papa Juan Pablo II, define a la perfección las injustificables y penosas consecuencias que provoca siempre una guerra. A pesar de ello, incomprensiblemente, cuando analizamos la Historia del ser humano, nos damos cuenta de que si algo ha acompañado a las diferentes sociedades desde hace miles de años son los conflictos bélicos.

Una guerra tan sólo genera víctimas, muchas de ellas civiles… y muchas de ellas mujeres. Niñas, adolescentes, adultas y ancianas, desde la infancia a la vejez, atrapadas muchas veces entre dos bandos, separadas de sus familias, cautivas o víctimas de abusos, padeciendo un sufrimiento muchas veces silenciado en las crónicas.

Y es que la guerra es otro de los escenarios en los que, tradicionalmente, el papel de las mujeres ha quedado minimizado a lo largo de los siglos, pese a haber demostrado ser tan protagonistas en la lucha y defensa de sus hogares como los hombres.

Ya sea como enfermeras, cuidadoras, madres, hijas, espías o combatientes, las mujeres han formado parte activa de cualquier conflicto bélico, de manera más activa a partir de la Guerra de Independencia que enfrentó, entre 1808 y 1814, al pueblo español contra las tropas francesas.

La conmoción de la guerra_

La guerra contra Napoleón supuso una auténtica conmoción para la sociedad española de la época, trastocando las vidas cotidianas de hombres y mujeres ante el avance de los ejércitos imperiales por la península.

Aquella lucha emprendida de forma espontánea por el pueblo fue hasta tal punto unánime que las mujeres se implicaron en ella con tanto arrojo y furia como los hombres.

No obstante, si bien algunas mujeres lucharon cuerpo a cuerpo contra el enemigo, la mayoría se vieron obligadas a adoptar estrategias de supervivencia, bien por el ataque directo de las tropas francesas, por las devastadoras hambrunas o por quedarse al cargo de sus familias, sin un varón cabeza de familia que velara por ellas.

La mujer y la guerra_

La presencia de la mujer en el campo de batalla ha sido testimonial a lo largo de la historia, ya que hacer la guerra siempre fue considerada una labor masculina.

La razón es que, por un lado, la guerra es un hecho que se desenvuelve en el ámbito de lo público, un espacio vetado tradicionalmente a las mujeres. Por otro lado, la supuesta debilidad física e intelectual del sexo femenino les impedía participar de la violencia de una guerra.

Durante siglos este reparto de roles se apoyó en el modelo patriarcal feudal que había creado el imaginario del guerrero, cuya dedicación principal era el manejo de las armas, entrenado para ello a través de los torneos y la caza en tiempos de paz.

El guerrero atendía así a la defensa de su reino, mientras el sustento de las relaciones sociales implicaban una contraparte femenina: la dama. Esta, recluida en el espacio doméstico, dedicaba su tiempo a sus quehaceres con afán y obediencia mientras esperaba y sufría en silencio la pérdida de sus hombres más queridos (maridos, hijos, hermanos y padres) en el campo de batalla.

un cambio de mentalidad_

Esta función femenina como “ángel del hogar” es la misma que persiguieron los ilustrados ya en el siglo XVIII, al proponer la educación e instrucción de las mujeres pero sin abandonar en ningún caso sus tareas en el hogar como madres y esposas.

Sin embargo, este orden social se vio alterado con el estallido de la Guerra de la Independencia, cuyo impacto fue de tal magnitud que tambaleó a toda la sociedad española, incluidos los aspectos relacionados con la vida cotidiana de madres y esposas.

Las costumbres y comportamientos sociales femeninos se vieron truncados por fuerza, empezando por la situación de las mujeres que lucharon en la contienda.

Las familias se vieron sometidas a las exigencias de una guerra total, de manera que madres, esposas e hijas de los combatientes no pudieron abstraerse y se vieron obligadas a tomar partido.

Antecedentes del levantamiento popular_

Las mujeres siempre estuvieron dispuestas a luchar ferozmente en toda situación en la que sus casas y familias peligraran, en parte porque la misma sociedad las obligaba a proteger y llevar el buen gobierno del hogar.

De hecho, con anterioridad al estallido de la guerra contra el francés, las mujeres ya habían protagonizado acciones colectivas de protesta durante las crisis de subsistencia por cuestiones de escasez de alimentos, subida de los precios o por el empeoramiento de las condiciones de vida.

Sin embargo, sería a partir de los levantamientos populares del 2 y el 3 de Mayo de 1808 cuando, a la movilización de las mujeres por la protección del hogar y la familia, se sumarían la defensa de la religión, el retorno del Rey y la expulsión del invasor extranjero.

Las mujeres en el dos de mayo_

La presencia continua de tropas napoleónicas en territorio español conllevaba desde hacía meses constantes gestos de humillación y amenaza sobre el pueblo, lo que fomentó un espíritu de resistencia contra el opresor francés igual en hombres que en mujeres.

Así, en pocas horas se organizó en Madrid un motín popular en el que las mujeres adquirieron una presencia nunca vista hasta la fecha.

Todas las crónicas recogieron el carácter épico de aquellas féminas dispuestas a morir con tal de evitar la continuidad del enemigo en su patria… una actitud ejemplar que rápidamente se dio a conocer al resto de las gentes de España.

Las mujeres en la guerra de independencia_

Terminado el motín madrileño, se inició una larga guerra de más de seis años que nuevamente daría lugar a incontables proezas femeninas, de carácter muy diverso.

Y es que no sería justo reducir la participación de las mujeres en la guerra al estereotipo de heroína popular durante la defensa armada de las ciudades. Su participaron en el conflicto fue muy variada y, junto a tareas propiamente femeninas (abastecimiento y ayuda a los combatientes, cuidado de heridos, etc.), cumplieron otras muchas consideradas ajenas a ellas como el espionaje, la información, la propaganda, la agitación política o la filantropía.

Es curioso observar cómo la clase social y, por lo tanto, su nivel de alfabetización, estableció una línea de separación entre mujeres de armas y mujeres de letras: las guerrilleras formaban parte del pueblo llano mientras las aristócratas buscaron hacerse fuertes a través de distintas formas de asociacionismo.

las Guerrilleras_

Casi desde el principio de la guerra el fenómeno guerrillero contra el ejército francés fue una realidad y el mejor reflejo de toda una nación en armas.

El grupo de las guerrilleras lo formaron esencialmente mujeres de estratos sociales bajos que, por un motivo u otro, estaban cerca del frente.

El conflicto se movía muy cerca de su hogar y dedujeron que no tenían más remedio que comportarse con valentía: organizaban los hospitales de sangre, retiraban a los heridos, cocinaban las comidas para los soldados... Desde esta segunda línea resultaba más fácil que saltaran a la primera, adquiriendo protagonismo en el frente de batalla.

Concretamente en el caso de las mujeres, la guerrilla fue una forma de lucha que ofrecía una serie de ventajas. En primer lugar, se podía alternar con ocupaciones habituales en tanto que no estaba sujeta a la disciplina militar. En segundo, el hecho de poder luchar mano a mano junto a los hombres o acompañar a sus maridos en la batalla formando parte de una misma partida, era un privilegio inconcebible dentro del ejército oficial.

Las espías_

Otras muchas mujeres aprovecharon su supuesta “debilidad física y mental” para actuar como espías, entorpeciendo las misiones de los enemigos franceses y pasando información al bando español, acerca de los movimientos y puntos débiles del enemigo.

Así, las mujeres amancebadas con militares franceses fueron una importante correa de transmisión para el tráfico de información para la inteligencia española, pero también actuando como confidentes, transportando documentación y munición en fardos o entre las ropas y ocultando a prisioneros, desertores y guerrilleros.

Las escritoras_

La coyuntura bélica hizo posible que algunas mujeres, por primera vez en nuestro país, tomaran la pluma para escribir exaltadas proclamas llenas de fervor patriótico… un espacio, el de la literatura y el periodismo, reservado tradicionalmente a los hombres.

Estas mujeres redactaron proclamas y llamamientos, tradujeron obras de carácter político, se pusieron al frente de la prensa política llegando a dirigir periódicos, escribieron artículos contra Napoleón y la experiencia liberal o cientos de cartas a sus allegados, familiares y amigos sobre los acontecimientos de la época.

El nacimiento de la opinión pública abrió en este momento un cauce de participación para las mujeres que, aunque limitado, fue probablemente más general que la resistencia armada.

Las ilustradas_

El deseo de intervenir en la vida pública de la nación se manifestó también más allá de la primera línea de combate y del mundo de la palabra impresa. Y es que algunas mujeres pertenecientes a la aristocracia madrileña se implicaron en labores de retaguardia desplegando el ideal ilustrado de feminidad en la sociedad.

El ejercicio de la maternidad social fue encauzado a través de las formas y espacios de sociabilidad colectiva y filantrópica procedentes del siglo XVIII.

Así, las mujeres de clase alta podían reunirse, coordinarse y asociarse para cuidar de los enfermos, de los huérfanos o recaudar fondos para equipar a los soldados, precisamente porque eran madres.

La Junta de Damas de Fernando VII, al frente de la cual estuvo la marquesa de Villafranca, es un buen ejemplo de esta actuación.

Las heroínas_

Sin embargo los casos de mujeres involucradas en la guerra que más han perdurado en la memoria han sido los de las heroínas, mujeres desvinculadas del espacio doméstico que intervinieron en igualdad de condiciones respecto a los varones en el conflicto armado.

Las imágenes de mujeres del pueblo participando en la batalla pasaron rápidamente al imaginario colectivo como un icono de valor que venía a decir a los hombres: si hasta ellas luchan, vosotros no podéis ser cobardes.

La mujer simbolizaba de forma muy visible al pueblo levantado en armas en defensa de la patria, de ahí que la conversión en heroínas de algunas de ellas se convirtiera en un instrumento muy útil para la guerra de propaganda, una vertiente que resultaría decisiva en la contienda.

La denominada "guerra de papel" o guerra propagandística buscó otorgar una misión fundamental a la mujer, presentándola desde los primeros momentos del enfrentamiento como una luchadora nata en la defensa de ciudades y pueblos.

Muchas de aquellas mujeres fueron inmortalizadas en ilustraciones gráficas, hojas volantes, panfletos y folletos que remarcaban esa faceta intrépida, hasta entonces ignorada de la mujer, como heroínas y mártires de su patria.

La presencia de periodistas y escritores extranjeros (franceses y británicos sobre todo) en territorio peninsular durante la contienda, también contribuyó a realzar y agigantar la aportación de las mujeres españolas.

Así, las acciones de estas féminas traspasarían fronteras, ayudando a asentar las bases que acabarían forjando la imagen romántica de la mujer española: pasional, familiar, fiera y dispuesta a sacrificarse por una causa justa.

Los casos más conocidos de las denominadas “amazonas españolas” serán los de la mítica Agustina de Aragón en la defensa de Zaragoza, el de María Bellido y sus aguadoras en la batalla de Bailén o el de Benita Pastrana, Manuela Malasaña y Clara del Rey durante el levantamiento del Dos de Mayo en Madrid.

Clara del rey, una heroína desconocida_

Esta última es quizá la menos conocida de las heroínas del alzamiento madrileño, sin embargo actualmente su figura se reivindica como verdadera protagonista del Dos de Mayo.

Y es que, a pesar del protagonismo alcanzado tradicionalmente por Manuela Malasaña, nuevas investigaciones parecen confirmar que la joven costurera no murió en combate, sino ejecutada por una patrulla francesa al encontrar en su poder unas tijeras.

De esta manera, la realidad que se ha podido comprobar a través de los Archivos Municipales es que quizá Clara del Rey fuera la única mujer que, junto a su marido y sus tres hijos, luchó el 2 de Mayo de 1808 en primera línea contra las tropas invasoras francesas en el Parque de Artillería de Monteleón.

La valentía de una madre_

Muy poco se conoce acerca de la vida de Clara del Rey Calvo. Nacida en la localidad de Villalón de Campos (Valladolid) en 1765, en su juventud se casó con Manuel González Blanco con quien tuvo tres hijos y junto al que se mudaría a Madrid a principios del siglo XIX para regentar una sastrería en la Calle Toledo.

Al estallar las revueltas populares del 2 de Mayo de 1808 Clara, junto a su marido y sus hijos, se trasladó al Parque de Artillería de Monteleón.

Durante el asalto, la valiente vallisoletana no dejó de elevar la moral de la tropa española, protegiendo los intereses del pueblo madrileño y ayudando en todo lo posible durante la defensa del cuartel junto a héroes militares como Daoíz, Velarde o Jacinto Ruiz.

Se cree que Clara del Rey falleció a consecuencia de la metralla de una bala de cañón. En Monteleón también murieron su marido y al menos uno de sus tres hijos.

Su actuación fue clave en aquel aciago día que acabaría marcando el comienzo de la Guerra de la Independencia contra el ejército napoleónico, por ello la ciudad de Madrid recuerda hoy la memoria de Clara del Rey con este precioso busto ubicado en la Plaza de las Comendadoras, muy cerca de la que fue su casa, en la actual Calle Valverde, obra del escultor Cesar Orrico.

La situación de la mujer tras la guerra_

Una vez finalizada la guerra, en 1814, y recuperada ya la normalidad en nuestro país, se hizo necesario recuperar también el orden social, empezando por recobrar el papel tradicional de la mujer.

Ya no era necesaria la función heroica de la mujer armada, por lo que ésta retornó al ámbito doméstico y familiar que la mentalidad de la época le otorgaba.

Así, después de los martirios y penalidades sufridos mientras duró la contienda, las mujeres que sobrevivieron se dedicaron a la reconstrucción de sus hogares y al sufrimiento de llorar a los familiares perdidos.

La mayoría de las protagonistas del levantamiento popular cayeron en el olvido, mientras otras fueron convertidas en emblema del patriotismo español despojadas, eso sí, de sus rasgos personales para acabar convertidas en mitos.

afrancesadas y viudas: Las grandes olvidadas_

Muchas mujeres continuaron sufriendo, durante décadas, las consecuencias de la guerra, sin importar el bando que hubieran apoyado mientras esta duró.

Así, muchas españolas del bando derrotado siguieron la estela de Napoleón, compartiendo el destino de sus maridos o padres afrancesados, deportados a Francia, para no volver a pisar nunca España.

Otras, a pesar de pertenecer al bando ganador, tuvieron peor suerte. Es el caso de los cientos de miles de viudas que debieron hacer frente a la ausencia de aportaciones económicas por la falta del cabeza de familia, muerto durante la ocupación francesa.

En este caso, las mujeres tampoco pudieron permitirse permanecer quietas sino que reclamaron al Gobierno, en ocasiones durante décadas, las pensiones que les correspondían, bien como viudas y familiares de las víctimas del Dos de Mayo o bien como víctimas directas, tratando así de paliar las condiciones económicas penosas de la cruel posguerra.

Muchas de estas mujeres se vieron obligadas a dejar a sus hijos al cuidado de parientes o directamente en inclusas para poder subsistir.

Pensiones y ayudas_

Ante la situación en la que quedaron muchos de los familiares de los fallecidos en el Dos de Mayo, y también con la voluntad de crear nuevos lazos políticos entre los ciudadanos y el nuevo Estado liberal, en 1815 se dispuso que a las viudas de las víctimas se les concediera una pensión de cuatro reales diarios, mientras que los parientes varones que tuvieran oficio serían admitidos de manera gratuita en los obradores de la Real Cámara de sus respectivas profesiones.

Los niños o párvulos serían recomendados a las escuelas gratuitas hasta que su edad permitiera darles el oficio indicado.

Por su parte, las jóvenes que no hubieran recibido ya alguna dote que pudiera facilitarles el matrimonio, entrarían en el sorteo de las mismas en las sucesivas extracciones de loterías primitivas.

Una historia escrita por el pueblo_

Como vemos, la historia de la Guerra de la Independencia la escribieron héroes y heroínas anónimos. Hombres y mujeres, padres y madres, gentes sencillas pero valientes, que de la noche a la mañana se vieron con un arma en la mano, decidid@s a luchar y a morir por sus familias y su patria.

La mítica jornada del Dos de Mayo de 1808 dejó su huella indeleble, grabada a sangre y fuego, en la memoria de Madrid: cuna de héroes, fuente de leyendas, inspiración literaria y emblema de la valentía de un pueblo que hoy no olvida que, sin aquellos hombres y mujeres, nuestra ciudad no sería lo que es.

P.D: Para ti, Mamá.

Grabado de Goya. ¡Qué valor!

¡Qué valor!. Desastres de la guerra (estampas y dibujos, 1810-1815). Grabado de Francisco de Goya

En esto se aparece una mujer de 25 o 30 años, alta, bien parecida, tremolando un pañuelo blanco; se pone a gritar desacompasadamente: “ armas, armas ”, y todo el pueblo repitió la voz, yendo continuamente a más el enfurecimiento general […]
Entretanto, las señoras, además de tener preparadas sus macetas o floreros, iban acercando sus muebles a los balcones para tirarlo todo a la cabeza de los franceses, con lo cual su caballería quedaba absolutamente imposibilitada de obrar, y su infantería iba a perecer a manos del paisanaje y de la guarnición
— José Mor de Fuentes


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