El “sabelotodo”

Casa en la que nació Gregorio Marañón. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Casa en la que nació Gregorio Marañón. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Gregorio Marañón: menos técnica y más amor

¿Recuerdas cuando de pequeño te preguntaban cuál era tu asignatura favorita en el colegio? Matemáticas, Historia, Literatura, Física y Química… lo normal era amar una y odiar el resto o, al menos, ese era mi caso. Pues bien, existen personas que, de niños, habrían elegido todas ellas… se trata de los polímatas, individuos cuyos conocimientos abarcan diversas disciplinas de la ciencia, las artes o las humanidades. Gregorio Marañón fue uno de ellos: un verdadero “hombre del Renacimiento” en el Madrid del siglo XX.

Esta casa de la Calle Salustiano Olózaga de Madrid, vio nacer en 1887 a Gregorio Marañón y Posadillo en el seno de una familia acomodada (su padre fue un conocido abogado en el Madrid de la Restauración) pero marcada por la muerte de su madre cuando Gregorio contaba con tan sólo tres años de edad.

Gracias a su padre, convivió desde niño con el ambiente más culto del Madrid de la época. Junto a él solía visitar el hogar de don Benito Pérez Galdós, gran amigo de la familia, que se convertiría en una de las figuras de referencia para Marañón. Con Galdós compartiría aprecio y confidencias y, con el tiempo, llegaría a convertirse en su médico de cabecera hasta la muerte del novelista canario.

También desde niño se sintió atraído por la ciencia y la anatomía y, ya en la adolescencia, destacó como estudiante en la Facultad de Medicina de San Carlos, donde se licenció en 1909. Al año siguiente leía su tesis doctoral y, con sólo 24 años, se convertía en director del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital General de Madrid. Comenzaba así una carrera imparable.

La llamada “gripe española” que asoló España y Europa en 1918 cobrándose más de 50 millones de vidas, supuso para Marañón un repentino terreno de pruebas en el que poner en práctica su valía. Su estudio sobre esta pandemia y el impulso de la endocrinología en nuestro país, le otorgaron fama mundial.

Pero lo que realmente le dio a conocer al público español fue su inquietud social y cívica, patente en su viaje en 1922 a Las Hurdes en compañía de Alfonso XIII, de quien fue médico personal. La Memoria que elaboró sobre esta región extremeña, con un índice de mortalidad altísimo a causa de enfermedades como el bocio y la tuberculosis, conmocionó a España y convenció a la opinión pública de que se trataba de un problema sanitario derivado de un problema social (subdesarrollo rural, pobreza, viviendas miserables, carencia de servicios médicos, etc.), cuya solución exigía la urgente intervención del Estado.

Gregorio Marañón convirtió la Medicina en una preocupación nacional y luchó por modernizarla. Su visión humanista formó a los médicos españoles no sólo en la competencia técnica o el rigor científico, sino también en valores como la cordialidad, la empatía, la elegancia profesional, el respeto… en definitiva, la importancia de saber escuchar al enfermo y ponerse en su lugar.

Se definía a sí mismo como médico y hombre de ciencia... y así se conserva hoy su memoria, como parte de ese selecto grupo de científicos conocidos por el gran público, junto a Ramón y Cajal y Severo Ochoa. Sin embargo, su personalidad poliédrica le llevó a destacar además como ensayista, historiador, político, y humanista.

Fue académico de número de cinco de las ocho Reales Academias de España ( Real Academia Española, de la Historia, de las Bellas Artes, de Medicina y de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales)… un caso sólo igualado en nuestro país por Cánovas del Castillo y Francisco Silvela.

En sus obras literarias cultivó un género inédito: las “psicobiografías”. En ellas estudiaba las grandes pasiones humanas como la timidez, el resentimiento, el poder, la impotencia o la traición, a través de personajes históricos como Amiel, Tiberio, el Conde-Duque de Olivares, Enrique IV de Castilla o Antonio Pérez.

Formó parte de la “generación del 14” junto a Ortega y Gasset y Ramon Pérez de Ayala, con quienes fundaría la Agrupación al Servicio de la República, constituida por figuras destacadas de las letras y la ciencia, cuyo afán fue la integración de España en el ámbito europeo a través de la educación. Sin embargo, decepcionado por la evolución de la II República, decidió apartarse de la política al poco tiempo.

La Guerra Civil supuso el fin del mundo moral y cultural que Marañón había defendido… un desastroso fracaso colectivo que le llevó a exiliarse a París junto a su familia, harto de radicalismos y revoluciones.

En 1942, volvió a España. El regreso del exilio conllevó una cierta acomodación al régimen de Franco… como la presencia ocasional en instituciones y actos públicos que ayudaban al franquismo a lavar su imagen internacional. En contrapartida, pudo reincorporarse al Hospital General de Madrid, reanudó su labor en la universidad y continuó publicando incesantemente.

El liberalismo, más que nunca, continuó impregnando su obra y su discurso, con el convencimiento de que España sólo sería posible como un país que reconciliara las dos mitades que su Guerra Civil había separado.

El 27 de marzo de 1960, a los 72 años de edad, fallecía Gregorio Marañón. La inmensa multitud que acompañó su cortejo fúnebre por las calles de Madrid constituyó el que posiblemente fuera el entierro más multitudinario en la capital en todo el siglo XX.

Con Marañón moría un símbolo de la España del siglo XX: eminente hombre de ciencia, magnífico escritor, historiador ilustre, maestro del humanismo… pero esencialmente, un médico convencido de que la tolerancia es siempre la mejor medicina.

P.D: Dedicado a mi padre, mi polímata particular. Tu sabiduría, experiencia y curiosidad son mi mayor inspiración.

 

 

“La ética profesional brota, como una flor espontánea, de la vocación. Cuando el maestro descubre en el alumno la vocación verdadera y la conforta; y cuando en el terreno de la vocación demostrada siembra los conocimientos, está haciendo no sólo un buen médico, sino un médico bueno, de profunda moral profesional. De aquí mi convicción, un tanto revolucionaria, de que no se precisan reglas de moral expresas ni cursos de Deontología. En las Facultades de Medicina, la moral, como asignatura, no se enseña por lo común. Y esto, que escandaliza a algunos, tiene esta razón fundamental. El médico bien preparado en el sentido humano e integral que hemos expuesto, el médico de vocación y no el de pura técnica, ése no necesita de reglamentos para su rectitud. Al médico mal preparado, las reglas y consejos morales le serán perfectamente inútiles. Sobran aquí, como en todos los problemas de conducta moral, las leyes”

(Marañón, 1973, 348)."

 

 
Gregorio Marañón y Posadillo (Madrid, 1887-1960)

Gregorio Marañón y Posadillo (Madrid, 1887-1960)

Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y, segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, al contrario, son los medios los que justifican el fin
— Gregorio Marañón


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