Dulces sueños

La Violeta. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

La Violeta. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

La violeta, made in madrid

¿Quién no recuerda aquellos momentos de infancia, en el quiosco de la esquina, eligiendo las chucherías en las que gastar los veinte duros que tus padres te habían dado de propina? Si hay algo que comparten los niños de cualquier generación es el amor por las golosinas. Aunque estos dulces han ido evolucionando con el tiempo y hoy proliferan las tiendas de golosinas gourmet, los clásicos nunca mueren… y más si nos referimos a uno de los símbolos de la ciudad de Madrid: los caramelos de violeta.

La violeta, además de ser una especie común abundante en la Sierra de Madrid, es uno de los iconos de la capital. En torno a ella surgieron otros mitos madrileños como el de las violeteras, mujeres trabajadoras que, a finales del siglo XIX y principios del XX, ofrecían ramilletes de esta flor en las puertas de los teatros y que inspirarían el famoso cuplé La violetera de José Padilla.

La creación de la golosina más emblemática de la capital se inspiró en esta flor tan característica de las calles del centro de Madrid. Su creador, Mariano Gil Fernández, pertenecía a una familia de reposteros madrileños dueños de una pastelería en la Calle de Cádiz. Sin embargo, Mariano quería desviarse de la tradición pastelera familiar y apostar por una creación propia y desconocida: dulces con esencia de violeta… la flor predilecta de su mujer Pilar.

En 1915, el matrimonio conseguía abrir una pequeña confitería en el número 6 de la céntrica e influyente Plaza de Canalejas y en ella idearon la receta secreta de estas flores dulces, con forma, sabor y aroma a violeta.

La empresa resultó una apuesta ganadora desde el primer momento. La estratégica ubicación de la tienda como punto habitual de paso de carruajes y viandantes con poder adquisitivo, en su camino hacia las calles Arenal y Mayor o hacia los Jerónimos, El Retiro y el Paseo del Prado, aseguraba la presencia constante de clientes. Además, su proximidad al Congreso de los Diputados, a la Real Casa de Correos y a los teatros del Príncipe y Español, hicieron que su selecta clientela se nutriera de políticos, aristócratas, actores y escritores como Jacinto Benavente o Valle Inclán, incondicionales de estos característicos dulces.

Uno de sus clientes ilustres más habituales fue el rey Alfonso XIII, de quien se dice compraba violetas para su mujer Victoria Eugenia de Battenberg y para su amante, la actriz Carmen Ruiz Moragas, con quien llegó a tener dos hijos: María Teresa y Leandro Alfonso.

La Violeta vende sus famosos caramelos en este mismo lugar desde hace más de un siglo y puede presumir de no haber cerrado ni un solo día, ya que incluso durante la Guerra Civil consiguió despachar el único dulce al que se tenía acceso en aquel momento: melocotones en almíbar.

Desde entonces permanece inalterable en aspecto y tamaño, en este local que forma parte de uno de los recorridos favoritos de los golosos, ya que no demasiado lejos, en la Puerta del Sol, encontramos la famosa pastelería La Mallorquina, parada obligatoria para degustar sus irresistibles napolitanas de crema y palmeras de chocolate.

El pasado no sólo se puede revivir a través de imágenes, archivos y monumentos… también a través de sabores. El característico sabor de los caramelos de violeta remonta a muchos madrileños a su infancia, una tradición castiza que ha ido pasando de generación a generación hasta nuestros días porque no se trata de simples chucherías… sino de dulces recuerdos.

Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936)

Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936)


El comercio honrado no chupa la sangre de nadie
— Ramón María del Valle-Inclán


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