¡Toma castaña!

Puesto de castañas asadas en Madrid

Castañera madrileña. Madrid, 2021. ©ReviveMadrid

Castañeras madrileñas, EL CALOR de LOS RECUERDOS

Cuando, en pleno invierno, el frío inunda las calles de Madrid, cuando nuestros pies y manos se entumecen y nuestras orejas y nariz se enfrían hasta el punto de la congelación… en ese momento existen pocos recursos más efectivos para conseguir entrar en calor en plena intemperie que encontrar un puesto de venta de castañas. Y es que adquirir un cucurucho de este producto no sólo nos aporta sustento y calidez, también nos ayuda a valorar uno de los antiguos oficios de la capital, asociado indefectiblemente a las fiestas de Navidad: el de las castañeras.

Desde el último tercio del siglo XVIII y hasta nuestros días, los puestos de castañeras junto a un pequeño fogón en el que asar su producto ha sido una de las estampas más populares de los inviernos en las calles de Madrid.

Antiguamente este trabajo era casi exclusivo de las mujeres. Solía tratarse de señoras maduras y curtidas por el frío propio de los inviernos madrileños, que vestían de negro, cubriendo su cabeza con un pañuelo del mismo color y sus hombros con una gruesa toquilla.

Cubrían sus manos con unos guantes y sobre sus piernas se colocaban una manta para poder abrigarse mientras, sentadas en bajos taburetes de madera, asaban las castañas en un fogón.

Las condiciones meteorológicas se convertían en una de las principales dificultades de este oficio… pero a su vez en su gran salvación, pues sin frío no se entendería la compra de este producto, motivo por el cual sus puestos se mantenían abiertos desde el mes de noviembre y hasta marzo.

Aunque sus puestos podían ser fijos o móviles, solían elegir siempre el mismo lugar en el que ubicarse, de manera que llegaban a ser muy conocidas en los barrios donde se instalaban, convirtiéndose en un elemento imprescindible de los mismos.

Existían dos tipos de castañeras: las castañeras que cocían, que eran vendedoras ambulantes provistas de una olla de hierro en la que cocían y almacenaban las castañas y que además les servía de mostrador para la propia venta, o bien las castañeras que asaban.

Estas últimas debían contar con las siguientes herramientas, imprescindibles para desarrollar su labor:

  • Una mesa o una tabla sobre un cajón.

  • Una olla o vasija.

  • Un “anafre” u hornillo portátil.

  • Una chimenea de hojalata para permitir la salida del humo del hornillo.

  • Un fuelle.

  • Unas tenazas para remover las castañas en la rejilla y avivar la lumbre.

  • Un cuchillo para hacer un corte en cada castaña para evitar que saltaran las castañas.

  • Una manta o trapo para abrigar la mercancía y a la propia castañera.

  • Una espuerta repleta de carbón.

  • Un tarro lleno de sal.

  • Un taburete.

Los productos asados eran mayoritariamente castañas, pero en algunos casos también se cocinaban boniatos. Todos ellos se expendían dentro de unas bolsas de cucurucho de papel de periódico al igual que hoy día, permitiendo al cliente calentarse las manos con el envase que las contiene.

Muchas veces, las castañeras bañaban en anís las castañas antes de asarlas, por lo que resultaban mucho más olorosas y facilitaba a los viandantes reconocer estos puestos desde la lejanía en las esquinas, los zaguanes, las bocas de Metro, junto a los quioscos de prensa, en las plazas y hasta en algunos portales de viviendas.

La figura de las castañeras se convirtió en uno de los iconos del Madrid más costumbrista del siglo XIX, hasta el punto de que llegaron a estar muy presentes en la literatura más castiza de la época de la mano de escritores como D. Ramón de la Cruz, en su sainete Las castañeras picadas, o de Carlos Arniches, con su personaje “la señá Ezequiela” en la comedia lírica Alma de Dios.

Repartidas por todo Madrid, los puestos de castañeras ocuparon lugares privilegiados en la Puerta del Sol, la Plaza de Ópera, la Plaza de Callao, Embajadores, Tirso de Molina, la Plaza de España, la estación de Atocha… o una de las más emblemáticas hoy día, “Castañas el Bierzo”, ubicada en esta Glorieta de Bilbao desde 1975.

Aunque detrás de cada fogón solía esconderse la memoria de varias generaciones de familias, hoy en día cuesta mucho encontrar una castañera a la antigua usanza… de hecho, gran parte son hombres que han obtenido del Ayuntamiento una licencia para vender este producto por las calles de Madrid, normalizando un modelo de carrito para la venta de castañas que ha supuesto la ruptura definitiva con la tradición y la figura de la castañera.

A pesar de todo, su oficio ha resistido el paso del tiempo como uno de los símbolos más evocadores del invierno madrileño en forma de puesto callejero y de aroma a castaña asada… el imborrable y tierno aroma de las Navidades de nuestra infancia.

Fotografía de Ramón Gómez de la Serna

Ramón Gómez de la Serna (Madrid, 1888-Buenos Aires, 1963)

La castañera asa los corazones de invierno
— Ramón Gómez de la Serna


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