revive la música del madrid CAStizo


¿Existe mejor manera de definir el Madrid castizo que a través de una zarzuela? Durante siglos, el Madrid más popular ha servido de inspiración a las obras más destacadas de este género musical, unido íntimamente a la historia de la capital y de sus barrios, fiel reflejo de la sociedad madrileña de los siglos XVIII y XIX.

La zarzuela surgió en Madrid en el siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV, amante del teatro y de los espectáculos musicales, especialmente tras su boda con Mariana de Austria en 1649, que supuso el fin de casi una década de luto y abrió una etapa dorada de fiestas cortesanas.

El “Rey Planeta” solía utilizar un edificio construido en un lugar llamado “La Zarzuela”, en el Real sitio del Pardo pero alejado del palacio, que empleaba para descansar y divertirse después de sus jornadas de caza. Allí se representaban piezas teatrales con música y de ese lugar, rodeado de zarzas, proviene el término “zarzuela”, con el que designamos a este género lírico musical que se situaba entre el teatro, el concierto, el sainete y la tonadilla… y que, con el paso de los años, se impondría como espectáculo de la realeza española.

Las primeras zarzuelas fueron escritas por Pedro Calderón de la Barca, con música de Juan de Hidalgo. Algunas tan destacadas como El jardín de Falerina (1648), La fiera, el rayo y la piedra (1652), Fortunas de Andrómeda y Perseo (1653), El golfo de las Sirenas o El laurel de Apolo, tenían la finalidad de divertir al público y exponer una crítica social, a modo de moraleja.

La zarzuela decayó durante el siglo XVIII con la llegada de los Borbones y la adopción de la ópera italiana. Felipe V desconocía la lengua española y prefería la música cantada en italiano. La zarzuela trató de adaptarse a la manera italiana, pero fracasó.

Durante el reinado de Fernando VI y Bárbara de Braganza la influencia musical italiana llegó a su máximo esplendor en nuestro país. Compañías procedentes de Italia con algunos de los mejores cantantes de la época visitaron España y algunos, como Carlo Broschi (“Farinelli”), permanecieron en la corte durante décadas.

El reinado posterior de Carlos III, que no era muy aficionado a la música italiana, impulsaría nuevamente la zarzuela, de temática mitológica y costumbrista.

Don Ramón de la Cruz fue el primer autor que apostó por los temas costumbristas madrileños, más cercanos a las zarzuelas que hoy conocemos. Sus obras se representaban en funciones nocturnas veraniegas a beneficio de los cómicos, como Las segadoras de Vallecas (1768) y Las labradoras de Murcia.

Sin embargo, el verdadero resurgimiento de la zarzuela se produjo a lo largo del siglo XIX con la llegada del Romanticismo, impulsado por un grupo de jóvenes compositores españoles, liderados por Francisco Asenjo Barbieri, creadores de la zarzuela moderna.

Tras la Revolución de 1868 y el asesinato de Juan Prim en 1870, la incertidumbre política y económica vació los teatros de zarzuela, que cobraban por una entrada entorno a catorce reales por espectáculos de cuatro horas. La solución para volver a atraer al público fue dividir por cuatro tanto la duración de los espectáculos como los precios, dando lugar al denominado “teatro por horas”, que permitió a las clases humildes abarrotar nuevamente los teatros de zarzuela.

Este nuevo impulso dio origen al denominado “género chico”, llamado así no por su menor calidad con respecto a la zarzuela grande, sino por su duración más breve. En él los decorados solían recrear ambientes del Madrid castizo, con tramas cuyos protagonistas eran fiel reflejo de las clases populares de Madrid y con una música basada en el folklore español: boleros, jotas, seguidillas, soleás, pasacalles, fandangos, habaneras y, por supuesto, el chotis.

El Teatro Variedades fue el primero en ofrecer este nuevo formato, cosechando tanto éxito que en los años sucesivos le siguieron otros como el Novedades, el Moderno, el Cómico y el Romea.

Federico Chueca, con su obra La Gran Vía (1886) y Tomás Bretón, con La verbena de la Paloma (1894), fueron los mejores exponentes de este género que convivía con la zarzuela.

A mediados del siglo XIX los compositores Hernando, Barbieri, Gaztambide, Oudriz, Inzenga y Salas, entre otros, fundaron la Sociedad Artística y decidieron levantar un nuevo teatro, destinado exclusivamente a la música lírico-escénica: el Teatro de la Zarzuela. El nuevo edificio se construyó en poco más de seis meses, según el diseño de Jerónimo de la Gándara, que se inspiró en la Scala de Milán. Fue inaugurado el 10 de octubre de 1856, coincidiendo con el cumpleaños de la reina Isabel II.

Sobre sus tablas nacieron obras como El barberillo de Lavapiés y Pan y toros, de Barbieri; Los madgyares, de Gaztambide; La bruja, de Chapí; La Dolores, de Bretón; o Los gavilanes, de Guerrero.

En adelante, ni siquiera la Guerra Civil supondría un intermedio para la zarzuela ya que, aun con dificultades, continuaron estrenándose y representándose obras. Un género de tal arraigo en las raíces de nuestra sociedad que fue incluso capaz de convivir con el boom del cine y la televisión.

Hoy, la zarzuela custodia la historia de la música española y supone uno de los patrimonios inmateriales más valiosos que debemos conservar con todo el cariño que se merece.

 
 

 

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