REVIVE LA MÚSICA DEL MADRID DEl 2 de mayo de 1808


A partir de la Revolución Francesa (1789) y de sus consecuencias, un largo periodo de guerras y numerosas revoluciones liberales, Europa se adentró en la era contemporánea, un periodo de cambios en todos los ámbitos de la vida que afectaron, por supuesto, a la música.

En España el periodo entre 1788 y 1808, dejó patente la debilidad de la monarquía. Su desconcierto político e indecisión ante los acontecimientos europeos acabaron derivando en una cruenta guerra contra los franceses.

Los veinte años de reinado de Carlos IV estuvieron prifundamente marcados por la revolución que triunfaba en Francia, un período convulso que habría requerido de estadistas de gran talla que dieran la réplica pero que, muy al contrario, tuvo como protagonistas a unos reyes y a un favorito, Manuel Godoy, incapaces.

En esos años seguía produciéndose en España una asimilación de las corrientes culturales propias de la ilustración europea, herencia de reinados anteriores. Pero también se dio alguna reacción patriótica exaltada, la llamada moda del “majismo”, la época de los “manolos” y los “chisperos”, que musicalmente se reflejó en canciones y bailes nacionales, como el fandango, la tirana, la seguidilla, el zorongo, el bolero o la tonadilla que, acompañados de la guitarra, se oponían con un aire fresco y popular a lo venido de fuera.

En los umbrales de la Guerra de la Independencia, junto a las obras del repertorio internacional de ópera y música instrumental, se escuchaban en Madrid las composiciones de músicos nacionales como Fernando Sor, Manuel García, Rodríguez de Ledesma, Blas de Laserna, Isidoro Laporta, José Nonó o Fernando Ferrandiere.

Durante todo el primer tercio del siglo XIX, Europa se convirtió en escenario de una sucesión de revoluciones y conflictos militares marcados por la llegada de Napoleón Bonaparte al poder en 1799. Para muchos, más allá de las fronteras de Francia, la figura del general simbolizaba la llegada de la modernidad.

Entre las tropas revolucionarias francesas se hicieron muy populares algunos himnos y canciones, que muy pronto llegaron a España, a pesar de los esfuerzos de la Inquisición y del gobierno dirigido por el conde de Floridablanca para impedir la difusión de propaganda revolucionaria procedente de Francia.

Entre estas composiciones, La Marsellesa, himno nacional de Francia desde 1795 y escrita en 1792 por Claude Joseph Rouget de Lisle, se convirtió en paradigma internacional del canto nacionalista, exaltando el ánimo patriótico de tal manera que Napoleón llegó a decir de ella: “Esta música nos ahorrará muchos cañones”.

Tras la invasión francesa de España, en 1808, y el levantamiento del Dos de Mayo en Madrid contra el ejército invasor, aparecieron nuevos cantos que se convertirían en vehículo de propaganda patriótica y de llamada a la lucha, mediante versos antifranceses y de añoranza al rey Fernando VII.

Con el inicio de la guerra contra los franceses, los músicos españoles no podían permanecer indiferentes… más de uno luchó directamente en el campo de batalla, pero muchos otros lo hicieron escribiendo composiciones vocales de carácter patriótico y militar, especialmente canciones e himnos.

El formato breve y la simplicidad de este tipo de composiciones facilitó su rápida expansión entre la sociedad española, de tal forma que llegarían a cantarse tanto en el campo de batalla, como en las calles, los salones particulares o las tabernas, siempre con una clara intención de afirmación patriótica.

Se trataba de melodías sencillas, escritas para una o varias voces, con acompañamiento instrumental, reducido casi siempre a un fortepiano o una guitarra.

Sus letras transmitían la visión y opiniones de las gentes sencillas sobre los acontecimientos bélicos que sucedían y solían ser muy simples, pensadas para ser memorizadas con facilidad e interpretadas por personas sin conocimientos musicales.

En conjunto, fueron un arma útil para insultar al enemigo, levantar la moral de las tropas, ensalzar las hazañas de los ejércitos españoles y mostrar fidelidad a Fernando VII.

No solo los músicos españoles cantaron la guerra española contra Napoleón, algunos compositores extranjeros, se sintieron inspirados por el heroísmo romántico que emanaba de nuestra Guerra de Independencia… entre ellos el alemán Ludwig van Beethoven, que dedicó a Lord Wellington una pieza musical con motivo de su triunfo en la Batalla de Vitoria, en1816.

El carácter internacional de la contienda motivó la participación de numerosas tropas extranjeras, acompañadas de músicas militares de las más diversas procedencias: toques de caballería polaca, sones escoceses, marchas y canciones del ejército napoleónico y canciones alemanas, españolas, portuguesas e inglesas.

La imagen romántica de España, que tanto éxito tuvo en Europa durante la primera mitad del siglo XIX, poblada de exotismo oriental, guerrilleros, gitanos, monumentos en ruinas y bellas muchachas de ojos negros, comenzó a gestarse en la mente de aquellos visitantes ocasionales de nuestro país.

Tras la derrota del ejército francés en 1814, el reinado de Fernando VII supuso uno de los más tristes y penosos de toda la Historia de España… un rey indeseable, que nunca mereció tanta sangre derramada por su causa.

El regreso de “el deseado” inspiró canciones de bienvenida y júbilo, pero pronto sus primeras acciones políticas, especialmente la derogación de la Constitución de Cádiz de 1812 y la persecución de los liberales, dejaron claras sus intenciones.

La enorme brecha abierta entre liberales, partidarios de la constitución, y los absolutistas, defensores del poder divino del monarca, provocó la proliferaron de canciones políticas de uno y otro signo… muchas de ellas anónimas para evitar riesgos de cárcel.

La sublevación, en enero de 1820, del general Rafael del Riego, dio paso al llamado Trienio Liberal (1820-1823) en el que se reinstauró la Constitución, surgiendo un repertorio muy extenso de canciones e himnos, cuyo significado revolucionario pervivió hasta el siglo XX. Entre ellas, las más conocidos fueron el Himno de Riego, el Trágala o El Lairón.

El Himno de Riego, atribuido a José Melchor Gomis, fue símbolo del liberalismo progresista del siglo XIX y llegó a ser himno oficial de la II República. Pero quizá fue El Trágala la canción patriótica más dura y provocadora:

“Los milicianos y madrileños la bienvenida le dan a Riego

y al que le pese que roa el hueso

y el liberal le dirá eso

trágala, trágala, trágala perro”.


Durante este período y hasta 1833, con la muerte de Fernando VII, en todos los actos públicos, cafés, tabernas, plazas y teatros se cantaron canciones patrióticas, himnos y marchas… una época de gran efervescencia política en la que la música fue utilizada como arma propagandística, muy eficaz en un pueblo mayoritariamente analfabeto, y testimonio de una sociedad dividida y enfrentada.

 

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