La belleza está en el interior

San Antonio de los Alemanes, la “capilla Sixtina” madrileña

Vivimos una época en la que, como nunca antes, concedemos a la apariencia externa una importancia esencial. Sin embargo, fiarnos de esa primera impresión puede impedirnos descubrir tesoros fascinantes ya que, muchas veces, la belleza está en el interior. Un buen ejemplo es la iglesia de San Antonio de los Alemanes, una Capilla Sixtina oculta en pleno centro de Madrid.

En 1606 Felipe III fundaba un hospital para dar cobijo y comida a los numerosos portugueses sin recursos que residían en la Villa y Corte ya que, por aquel entonces, Portugal pertenecía a la Corona española. Por orden de Felipe IV, entre 1624 y 1632, se levantó junto al hospital esta iglesia con el nombre de San Antonio de los Portugueses, dedicándose a San Antonio de Padua, santo portugués patrón de los pobres.

Tras la independencia de Portugal en 1640, tanto el hospital como la iglesia dejaron de servir a la comunidad lusa y cayeron en desuso hasta que, en 1668, Mariana de Austria, esposa de Felipe IV, cedió el templo y el hospital para atender a los soldados tudescos (alemanes) que llegaban heridos y sin recursos a Madrid. El templo cambió así su nombre por el que hoy todos conocemos: San Antonio de los Alemanes.

Finalmente, en 1701, con el cambio de dinastía, Felipe V trasladó la gestión del conjunto a la Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, que todavía hoy la conserva. Esta institución tenía el compromiso de prestar ayuda a los necesitados de Madrid, independientemente de cual fuera su nacionalidad.

Felipe V siempre calificó esta iglesia como “la joya de la corona”. La humildad de su fachada, de sencillo ladrillo sin apenas ornamentación, reflejo de los problemas económicos de la España de Felipe IV, puede hacer pasar desapercibida la joya artística que San Antonio de los Alemanes esconde en su interior: una inmersión total en el arte y la Historia de Madrid.

Una mueca de asombro se dibuja en los rostros de quienes acceden por primera vez al templo, al descubrir un fastuoso manto de pinturas murales dedicadas a la vida de San Antonio de Padua. Esta “Capilla Sixtina" del Barroco madrileño se nos muestra en todo su esplendor, generando una sensación de infinidad desde los muros hasta la bóveda.

Los bocetos de los frescos fueron encargados por Diego Velázquez a los pintores italianos Ángelo Michelle Colonna y Agostino Mitelli, considerados de los mejores pintores al fresco de la época, que en aquel momento estaban decorando el Alcázar Real y el Palacio del Retiro de Madrid.

Las pinturas se comenzaron en 1662. Los frescos de las paredes son obra de Lucas Jordán y en ellos se representan los ocho milagros de San Antonio. Estas pinturas conducen nuestra mirada a la bóveda que narra la Apoteosis de San Antonio, con el santo portugués ascendiendo al cielo rodeado de ángeles, obra de Francisco Rizi y Juan Carreño de Miranda.

El interior es una perfecta muestra de ilusionismo barroco. Los diseñadores Colonna y Mitelli importaron desde Italia las nuevas técnicas de trampantojos y perspectivas fingidas que tanto se utilizaban en el Barroco italiano, mezclando las pinturas al fresco con la escultura y la arquitectura de curvas y contracurvas.

Durante el Barroco se emplearon estos efectos escénicos para conseguir embargar a los fieles con sentimientos religiosos. Un claro ejemplo de esta escenografía era el juego de iluminación que dominaba en el interior de las iglesias. Las velas de sebo irradiaban una luz que contrastaba con la penumbra en la que sobrevivía casi todo el mundo después del anochecer. Se generaba así una sensación cegadora e impactante al contemplar las escenas de las pinturas y el oro de los retablos en el interior de los templos. ¿Podéis imaginar la sensación tan sobrecogedora que supondría contemplar las pinturas del interior de esta iglesia a la luz de las velas?

A lo largo de los siglos, la Hermandad del Refugio y Piedad intentó revertir la profunda miseria instalada en Madrid desde el Siglo de Oro. Todos los días al atardecer, una comitiva formada por un sacerdote y dos seglares, recorría las calles de Madrid portando un farol y una campanilla, en busca de mendigos. A esta comitiva se la conocía como "la Ronda del pan y el huevo".

A los necesitados que acudían se les entregaba agua, pan y dos huevos cocidos. Los huevos tenían que tener una medida y un tamaño mínimo, por lo que se medían empleando una tabla con un agujero. Si el huevo era demasiado pequeño y pasaba por el agujero, se desechaba por considerarse deshonroso para la Hermandad. Esta tradición hizo que se acuñara la frase: “Si pasa, no pasa; y si no pasa, pasa”.

A los enfermos que se encontraban por la calle los llevaban al hospital del Refugio, situado junto a la iglesia; a los moribundos, el sacerdote les daba la extremaunción; y a los muertos que se encontraban, se les enterraba en una fosa común.

En la actualidad la Hermandad, fiel a sus principios fundacionales, mantiene un comedor para indigentes y necesitados… uno de los muchos existentes en la capital, indispensables para aquellas personas y familias con dificultades económicas que a duras penas llegan a final de mes.

Al igual que la ostentosa iglesia de San Antonio de los Alemanes nos engaña por su apariencia humilde, frecuentemente la ciudad de Madrid nos deslumbra por su apariencia cosmopolita y sofisticada... sin dejarnos ver que un 16,2% de la población madrileña, 1.069.000 personas, viven actualmente en el umbral de la pobreza.

Ángel García Rodríguez (Mieres, Asturias; 1937)

Ángel García Rodríguez (Mieres, Asturias; 1937)

La solidaridad no es solo dar limosna, sino mirar a los ojos, tocar, abrazar; es apretar el corazón al besar y dejarse besar
— Padre Ángel


¿Cómo puedo encontrar la iglesia de san antonio de los alemanes en madrid?