Diseñando una ciudad

Estación de Metro Ventura Rodríguez. Madrid 2019 ©ReviveMadrid

Estación de Metro Ventura Rodríguez. Madrid 2019 ©ReviveMadrid

Ventura Rodríguez, estilista de Madrid

¿A quién no le gustaría que su nombre pasara a la posteridad en forma de calle o estación de Metro? Si además se nos recordara como autores de muchas de las obras urbanas más emblemáticas de la ciudad de Madrid, habríamos establecido un listón muy alto. Ese listón tiene nombre y apellidos, Ventura Rodríguez, y llegó a ser el arquitecto español más importante del siglo XVIII.

Buenaventura Rodríguez Tizón (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785), más conocido como Ventura Rodríguez, fue hijo, hermano, tío y primo de arquitectos… su vocación profesional estaba clara.

Siendo casi un niño, se inició como delineante en el Palacio de Aranjuez hasta que, en 1735, Filippo Juvarra y Giovanni Battista Sacchetti, impresionados por su trabajo, le ofrecieron trabajar junto a ellos en el proyecto que les había encargado el rey Felipe V: la construcción del nuevo Palacio Real de Madrid que sustituiría al antiguo Alcázar tras su incendio en 1734. Rodríguez tenía apenas dieciocho años.

Al morir Juvarra, Sacchetti le sucedió como arquitecto mayor del nuevo rey, Fernando VI, redoblando su confianza en el joven ciempozueleño. Ventura Rodríguez trabajó primero como delineante y más tarde como aparejador, hasta el punto de que suyo es el diseño de la Capilla Real del Palacio.

Haber trabajado durante veinticinco años en la construcción del Palacio Real junto a los arquitectos italianos marcó la vida y evolución artística de Ventura Rodríguez: del barroquismo que caracterizó su producción inicial avanzaría hasta el neoclasicismo de sus últimas obras.

Esta evolución tuvo mucho que ver con los cambios en los gustos estéticos de los monarcas para los que trabajó: nació bajo el reinado de Felipe V, se consolidó como profesional con Fernando VI y triunfó plenamente en tiempos de Carlos III… aunque este último acabó apartándole de la Corte y de su servicio, en favor del arquitecto italiano Francesco Sabatini. Eran tiempos de oro para los arquitectos italianos en España.

A la muerte de Sachetti, Rodríguez le sucedió en el cargo de Maestro Mayor de Obras de Madrid y de sus Fuentes y Viajes de Agua, puesto que ocuparía desde 1764 hasta su muerte y que anteriormente habían desempeñado arquitectos tan emblemáticos como Francisco de Mora o Pedro Ribera.

Desde la fundación de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1752, Ventura Rodríguez fue uno de sus directores de Arquitectura, el único elegido dos veces director general por la corporación y por Carlos III. También fue académico de la valenciana de San Carlos y, a pesar de no haber viajado nunca a Italia, de la Academia de San Lucas de Roma… el mayor honor que podía obtener un arquitecto en la época.

A lo largo de sus cincuenta años de producción, realizó todo tipo de proyectos: iglesias, conventos, monasterios, palacios, hospitales, puentes, fuentes, plazas, ayuntamientos, casas, sepulcros, capillas, altares, retablos, mataderos, teatros, balnearios, hospicios, sanatorios, santuarios... llegando a diseñar incluso parte del mobiliario de esos espacios.

Formó parte de lo más granado de la intelectualidad de la época. Cultivado y erudito, atesoró una espléndida biblioteca y fue amigo de personajes tan destacados como Mengs, Jovellanos, Campomanes o Goya, que llegó a retratarle.

En su Madrid natal, entre otros, realizó los proyectos de la Iglesia de San Marcos, el Palacio de Altamira, el Palacio de Liria, el Hospital General, San Francisco el Grande, el oratorio de San Felipe Neri, la iglesia de San Bernardo, la casa de Correos, la casa de la Inquisición, el Palacio del Infante Don Luis en Boadilla del Monte, donde vivió el compositor italiano Luigi Boccherini, o las Fuentes de Cibeles, Neptuno y Apolo en el Paseo del Prado y la Fuente de los delfines, en la calle de Hortaleza.

También dejó un importante legado de obras maestras por toda España, como la Basílica de la Virgen del Pilar de Zaragoza, la fachada de la Catedral de Pamplona, el Convento de los Padres Agustinos de Valladolid o el Acueducto de Noaín… Es prácticamente imposible que un español no conozca de primera mano una obra de Ventura Rodríguez.

Pareció ir siempre a contracorriente y vivió en constante polémica con otros jóvenes arquitectos, como José de Hermosilla, Francesco Sabatini y Juan de Villanueva… quien le sucedería en el cargo de Maestro Mayor de Obras de Madrid tras la muerte de Rodríguez, el 26 de agosto de 1785.

Ventura Rodríguez fue enterrado en la iglesia de San Marcos, tal como él deseaba, aunque sus restos no permanecieron allí durante mucho tiempo. En 1869 fueron trasladados a San Francisco el Grande donde se había proyectado la creación de un gran Panteón Nacional que nunca llegó a construirse, de manera que la Congregación de Arquitectos reclamó los cuerpos de Ventura Rodríguez y de Juan de Villanueva que, actualmente, comparten lápida en la Cripta de los arquitectos de la Iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha de Madrid. Un nuevo caso de dos enemigos en vida que se ven obligados a “convivir” tras la muerte.

A pesar de que, sin duda, se trata de uno de los grandes arquitectos de Madrid, no son muchos los recuerdos que su ciudad le ha dedicado a lo largo de los siglos. A la espera de un monumento adecuado a sus méritos, la única huella del paso de Ventura Rodríguez por la capital se limita a esta placa ubicada en la Calle de Leganitos, donde el arquitecto vivió hasta su muerte.

El Madrid de hoy no sería el mismo sin Ventura Rodríguez, Francisco de Mora, Pedro Ribera, José de Hermosilla, Juan de Villanueva o Antonio Palacios… arquitectos españoles que supieron, a lo largo de los siglos, cambiar el estilo arquitectónico de su tiempo para dotar a nuestra ciudad de una personalidad especial que la hace hoy única en el mundo.

Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785)

Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, 1717-Madrid, 1785)

Dotado de un entendimiento exacto y profundo, de una imaginación fecunda y brillante y de un carácter reflexivo y grandioso. Sus principales y más dignos trabajos han quedado sin ejecución y forman un riquísimo tesoro de preciosas obras escondidas
— Gaspar Melchor de Jovellanos


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