A pie de obra

Estudio de Antonio Palacios en Madrid

Antiguo estudio de Antonio Palacios. Madrid, 2023 ©ReviveMadrid

Antonio Palacios, construyendo la modernidad

¿Podrías imaginar Nueva York sin el Empire State, Roma sin el Coliseo o Barcelona sin su Sagrada Familia? La buena arquitectura puede marcar el paisaje urbano de una ciudad y convertirse en su seña de identidad. ¿Imaginas Madrid sin su Palacio de Comunicaciones, su Círculo de Bellas Artes o sin sus bocas de Metro? Todas ellas son obra de Antonio Palacios… un arquitecto cuyo legado vinculó para siempre su nombre al de la capital.

La ciudad de Madrid, tal y como la conocemos hoy, es el resultado de un proceso largo y complejo de planes y desarrollos urbanísticos. Hasta el siglo XIX, se componía únicamente de lo que hoy es el distrito Centro, pero su crecimiento fue inevitable. En 1860 se aprobó un anteproyecto de ensanche de la capital, el de Carlos María de Castro, que suponía ampliar los límites de la ciudad ante el aumento demográfico que se estaba produciendo.

Madrid duplicó su población durante el primer tercio del siglo XX: de los 540.000 habitantes de 1900 al millón de residentes en los años 30. Este crecimiento se unió a un dinamismo que, aprovechando la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, motivó un proceso de modernización económica y social de la capital que se concentró en el tramo formado por Puerta del Sol-Neptuno-Cibeles-Callao.

La antigua villa barroca de Madrid se estaba transformando en una metrópoli moderna, en la que Antonio Palacios Ramilo dejaría una huella imborrable.

Nacido en la localidad pontevedresa de O Porriño en 1874, la infancia del joven Antonio transcurrió rodeada de “juguetes” como planos, herramientas de construcción, diseños, hierro y granito, debido a los trabajos que su padre, ayudante de obras públicas, realizaba en el ferrocarril. Además, la familia de su madre poseía canteras de granito, por lo que de niño pudo familiarizarse con la estereotomía de la piedra, es decir, cómo trabajar los diferentes tipos de roca, sus condiciones, cómo se fragmentan o alteran, cuánto peso sostienen y cómo pueden combinarse.

Ambas experiencias marcarían de niño su forma de entender la construcción y su deseo de convertirse en arquitecto, un deseo que empezaría a cobrar forma en 1892, cuando se trasladó a Madrid para estudiar primero Ingeniería, paso obligado en aquella época para cualquier carrera técnica, y después Arquitectura, en la Universidad Politécnica.

Fueron ocho años de estudios que aportaron a Palacios no sólo una magnífica formación, con maestros tan prestigiosos como Ricardo Velázquez Bosco y Eduardo Rosales, sino también la oportunidad de conocer a quien se convertiría en su socio durante décadas: el ingeniero Joaquín Otamendi.

Al poco de acabar la carrera, ambos unieron su trabajo y apenas sin bagaje ni experiencia, presentaron sendos proyectos para construir nada más y nada menos que el Casino de Madrid y el Palacio de Comunicaciones. Para sorpresa de todos, su proyecto de Casino quedó finalista y con el del Palacio de Comunicaciones se impusieron a un elenco de maestros constructores. Esta obra proporcionaría a la pareja de socios tal fama que en los siguientes veinte años se les adjudicarían la mayoría de los proyectos importantes de la capital.

Además del Palacio de Comunicaciones, junto a Otamendi Palacios desarrollaría muchas de las obras más importantes de su vida como arquitecto y algunas de las más representativas de la capital, como el Palacio de las Cariátides o el Hospital de Maudes, en las que plasmaría no solo su excelencia como dibujante y su conocimiento de la piedra sino, sobre todo, su capacidad para pensar tanto en la gran escala de la ciudad, como en el diseño del edificio y su repertorio ornamental.

El exitoso tándem Palacios-Otamendi llegaría a su fin cuando este último aceptó el puesto de arquitecto jefe de Correos, responsable de realizar construcciones para esta entidad por todo el territorio nacional.

Mientras tanto, Antonio Palacios continuó en solitario su incansable actividad. Su trabajo en el centro de Madrid no tiene comparación con ningún otro arquitecto: diseñó entre la Gran Vía, la calle de Alcalá y la Puerta del Sol, más de 30 emblemáticos edificios, como la Casa Matesanz (en Gran Vía, 27) o la Casa Palazuelo (Calle Mayor 4).

Su notoria influencia en el centro de la capital pudo ser incluso mayor, si varias de sus propuestas hubieran cristalizado, proyectos que habrían redefinido espacios hoy esenciales para los madrileños.

Entre sus trabajos inconclusos destaca una reforma de la Puerta del Sol en la que Palacios trabajó 20 años y que no solo afectaba a la plaza, sino a su entorno. El arquitecto proponía una demolición masiva para levantar edificios clásicos en torno a una Puerta del Sol con forma elíptica y cerrada con arcos de triunfo, pero el precio de construcción, unos 220 millones de pesetas, hicieron inviable la idea con la que el gallego aspiraba a crear un centro urbano monumental, a la altura de París o Viena.

Su capacidad como artista integral le llevó, a proyectar otro de los iconos más representativos de la capital: fue él quien diseñó la imagen del Metro de Madrid, desde las estaciones y bocas de acceso hasta el propio logotipo de la institución en forma de rombo… un diseño que sigue manteniendo hoy su imagen moderna después de 101 años y que ideó desde su estudio, en este edificio de la Calle de Cedaceros número 6, hoy en obras.

En 1926 Antonio Palacios recibía el encargo cumbre de su producción: el Círculo de Bellas Artes, el edificio más moderno y transgresor de su época que catapultaría a Palacios como el mejor arquitecto de su tiempo.

Desafortunadamente, ese año no sólo marcaría el punto álgido en la carrera del gallego sino también su rápido declive. Si hasta ese momento le llovían las ofertas, en los siguientes 19 años apenas trabajó en Madrid. Se le comenzó a considerar un arquitecto anticuado, incapaz de adaptarse a los nuevos estilos y técnicas constructivas, lo que propició que una nueva generación de arquitectos fueran obteniendo todas las concesiones y proyectos.

Tan solo dos proyectos destacan en su producción de estos últimos años: el Banco Mercantil e Industrial, ubicado en la Calle de Alcalá número 31, y su propia casa en El Plantío, en la que recibía a las visitas los últimos años de su vida y pasaba las horas en su despacho, de poco más de 3 metros cuadrados, entre mapas, proyectos y planos… como aquellos que marcaron su infancia. Este espacio era tan pequeño que prácticamente no cabían dos personas y Palacios solía bromear diciendo que había revolucionado el interior de las casas creando una nueva modalidad de habitación: “el cuarto de no estar”.

En su humilde casa fallecía Antonio Palacios el 27 de octubre de 1945, a los setenta y un años de edad, tras toda una vida dedicada a la Arquitectura y a Madrid.

Muy pocos creadores han marcado tanto la imagen moderna de una ciudad como Antonio Palacios en Madrid, tan sólo arquitectos como Juan de Villanueva o Ventura Rodríguez en sus épocas. Podría decirse que Palacios es a Madrid lo que Antoni Gaudí a Barcelona y, sin embargo, pese a su obra e influencia, el gallego no cuenta con un reconocimiento en la capital acorde a su huella… una calle, una plaza, una estación de Metro o un monumento que descubran a las nuevas generaciones la figura del arquitecto que moldeó el Madrid moderno.

Antonio Palacios Ramilo (Porriño, Pontevedra; 1874 - El Plantío, Madrid; 1945)

Antonio Palacios Ramilo (Porriño, Pontevedra; 1874 - El Plantío, Madrid; 1945)

No sé cómo sería la ciudad sin su obra, es una hipótesis imposible, pero sí sé que gracias a su trabajo, Madrid tiene hoy un perfil característico. La ciudad es heredera del pensamiento de este arquitecto
— Pablo Campos


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