Con la música a otra parte

Antigua casa de Isaac Albéniz. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Antigua casa de Isaac Albéniz. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Isaac Albéniz, cuando la música traspasa fronteras

¿Cuántos genios incomprendidos por su arte o su personalidad han tenido que abandonar su hogar sin conseguir ser profetas en su tierra? El rechazo suele ser el precio que en muchas ocasiones, a lo largo de la Historia, han pagado quienes poseían un talento adelantado a su tiempo. Isaac Albéniz destacó entre sus contemporáneos por su enorme creatividad y, aunque en la España del momento no se supo apreciar lo innovador de su obra, a la postre sirvió para abrir de par en par las puertas de la música española a la Europa de finales del siglo XIX.

Históricamente España ha sido receptora de músicos. Durante el siglo XVIII, figuras como Carlo Broschi “Farinelli”, Domenico Scarlatti o Luigi Boccherini vivieron y trabajaron en la Corte española. Un siglo más tarde, España ya exportaba compositores. El más destacado de todos ellos, Isaac Albéniz, vivió una vida corta pero agitada que lo llevó por ciudades como Madrid, Barcelona, Londres, París, Bruselas, Leipzig o La Habana, entre otras.

Este apasionante periplo vital comenzó el 29 de mayo de 1860 en Camprodón (Girona). Hijo de un jefe de aduanas que se trasladó a Barcelona cuando Albéniz apenas tenía un año, el pequeño Isaac comenzó a tocar el piano de la mano de su hermana Clementina. A los cuatro años ya daba conciertos y a los nueve publicó su primera composición.

Con esta corta edad fue enviado por su padre a París para proseguir sus estudios en el Conservatorio, pero no fue admitido por ser demasiado joven. De regreso a España siguió exhibiéndose como niño prodigio en giras por todo el país, que pronto se ampliaron a Cuba y Puerto Rico y que constantemente interrumpían sus clases en el Real Conservatorio de Madrid, donde residía su familia desde 1869.

Su amor por los viajes y su actitud abierta hacia nuevas influencias llevaron pronto a Albéniz a escapar de los horizontes limitados que ofrecía la España de la época. Consciente como era de que el único modo en que podría llevar a cabo la renovación de la música española sería desde fuera del país, a los dieciséis años se matriculó en el real Conservatorio de Bruselas, gracias a una beca concedida por el rey Alfonso XII.

A su vuelta a España continuaría formándose con el compositor Felip Pedrell, maestro también de Enrique Granados y Manuel de Falla, quien le animó a utilizar la música española como fuente de inspiración. A partir de ese momento la carrera de Albéniz comenzó a despuntar, viviendo a caballo entre Londres y París, con estancias periódicas en España.

Precoz, autodidacta, cosmopolita, viajero… pero también insatisfecho, perfeccionista y con una gran capacidad para inventarse etapas de su vida… como que había sido alumno de Franz Liszt o que de niño había llegado a América como polizón tras escaparse de casa y se había ganado la vida tocando el piano.

Todas estas “fantasías” fueron parte de un personaje que él mismo creó para despertar interés sobre su obra. Una obra que incluye seis óperas, como Pepita Jiménez, San Antonio de la Florida o Merlin, más de una docena de canciones, composiciones para orquesta y música de cámara… pero marcada sin duda por su Iberia, una suite que constituye su principal legado musical, aclamada por compositores contemporáneos como Messiaen o Debussy, que otorgó a Albéniz un lugar entre los nombres más destacados de la Historia de la Música.

El 18 de mayo de 1909 Isaac Albéniz fallecía a causa de una nefritis en la localidad francesa de Cambo-les-Bains… cuarenta y nueve años de vida que, sin duda, dieron para mucho. Días después, un multitudinario cortejo fúnebre abarrotó las calles de Barcelona siguiendo el féretro con los restos del compositor camino del cementerio de Montjuic, donde hoy descansan.

La ciudad de Madrid recuerda a quien fue su vecino con esta placa en la Calle San Onofre 4, en la que fue residencia de la familia Albéniz entre 1873 y 1882, cuando el pianista y futuro compositor apenas era un adolescente que cursaba estudios en el Real Conservatorio de Música.

Durante las diferentes etapas que Albéniz pasó en la capital vivió también en el barrio de Lavapiés, en la Calle San Mateo y en la Calle Jorge Juan… barrios muy distintos que le permitieron conocer en profundidad la esencia de Madrid y reflejar su amor por lo castizo en dos de sus obras: la zarzuela San Antonio de la Florida y la pieza Lavapiés, de su suite Iberia.

Pero la relación de Albéniz con la ciudad de Madrid se extendería también además a sus descendientes, uno de los cuales, su bisnieto, llegó a ser Alcalde de la capital y presidente de la Comunidad de Madrid: Alberto Ruiz-Gallardón.

Isaac Albéniz es, probablemente, uno de los genios peor conocidos y más injustamente apreciados de la música española. Su obra, moderna y audaz, abrió una ventana a la España de la época a Europa. Gracias a él la música española recuperó la dimensión internacional y el prestigio del que ya gozó cuatro siglos atrás, durante el Renacimiento. Él mismo creó y alimentó el repertorio musical español, cuando todos los músicos de su época interpretaban a extranjeros. Albéniz hizo música española con acento universal logrando que la música universal tuviera acento español.

Conocer y difundir hoy su obra y su figura nos recuerda que España no debe dar la espalda a sus artistas, emisarios de nuestra cultura por el mundo y responsables de atraer a nuestras generaciones más jóvenes hacia el lenguaje universal de la música.

Isaac Albéniz (Camprodón, 1860​-Cambo-les-Bains, 1909)

Isaac Albéniz (Camprodón, 1860​-Cambo-les-Bains, 1909)

Albéniz fue un catalán universal que divulgó como nadie la cultura española. Hizo una música capaz de conmover en cualquier tiempo y cualquier cultura, capaz de traspasar cualquier frontera
— Alberto Ruiz-Gallardón


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