Una rosa es una rosa

Rosaleda del Parque del Retiro de Madrid

Rosaleda del Parque del Retiro. Madrid, 2022 ©ReviveMadrid

Rosaleda del retiro, un regalo para los sentidos

Que Madrid es una ciudad de contrastes y colorido es algo que se palpa en cada paseo por la capital. Pero si existe un lugar en el que las gamas cromáticas de las diferentes estaciones se hacen protagonistas ese es el Parque del Retiro, gracias a espacios icónicos como su maravillosa Rosaleda.

De las tres rosaledas públicas de las que dispone Madrid (la del Parque del Oeste, la del Jardín Botánico y la del Parque del Retiro) esta es sin duda, por su ubicación y accesibilidad, la más concurrida, desde su inauguración en 1915.

Y es que, a finales del siglo XIX y principios del XX, Madrid dejaba mucho que desear en todo lo referido a floristerías y arte floral en comparación con otras grandes ciudades europeas. De hecho, no hacía falta salir de España para encontrar ciudades como Barcelona o Valencia, en las que la tradición floral sobresalía y destacaba sobre la de la capital.

En aquel Madrid aún no existían siquiera las floristerías como establecimiento. La venta de flores en la capital se limitaba al colectivo de las ramilleteras, como vendedoras ambulantes de este género.

El por aquel entonces alcalde de Madrid, Carlos Prast, consideraba primordial embellecer la capital con un proyecto de arte floral a la altura de otras grandes capitales, surgiendo la idea de proyectar una rosaleda en el Parque del Retiro a la moda de las existentes en diversos parques europeos. Para su elaboración el Ayuntamiento de Madrid contó con uno de los personajes más singulares en la historia de la jardinería madrileña: Cecilio Rodríguez.

Cecilio Rodríguez Cuevas nació en Valladolid el 2 de febrero de 1865. Hijo de un oficial del ejército español muerto en acto de servicio, su madre quiso que siguiera los pasos de su padre ingresando en el Colegio de Huérfanos Militares. Sin embargo, el pequeño prefirió inscribirse en la Escuela de Aprendices de Floricultura y Arboricultura, que en aquel momento acababa de ser creada por el Ayuntamiento de Madrid.

De esta manera, con tan sólo nueve años ingresaba en este nuevo servicio como aprendiz de jardinero, primero destinado a la floricultura del Paseo de Recoletos, luego a la de la Calle Santa Engracia y posteriormente en los viveros (por aquel entonces denominados estufas) del Parque del Retiro, espacio emblemático del que llegaría a ser nombrado jardinero mayor en 1914.

En 1915 Cecilio recibía uno de los encargos más importantes y enriquecedores de su carrera: diseñar una Rosaleda que aportara un contraste colorido al centenario pulmón verde madrileño.

El jardinero vallisoletano viajó a París, capital mundial de la decoración floral desde hacía siglos, para buscar consejo e inspiración. El Jardín de Bagatelle de María Antonieta, cuyos concursos anuales de rosas daban la vuelta al mundo, le serviría como modelo. También en la capital francesa adquirió 12.000 rosas que consiguió hacer llegar a Madrid en plena I Guerra Mundial.

Con semejante escenario, y pese a que Europa estaba en plena convulsión, Cecilio Rodríguez se las apañó para que las flores, y él mismo, llegaran a la capital de España intactas.

De vuelta a Madrid, se decidió que la futura Rosaleda del Retiro se ubicara en una glorieta cercana a la Plaza del Ángel Caído, en el lugar que hacia 1870 había ocupado un estanque artificial donde los madrileños solían patinar cuando helaba en invierno.

Sobre el espacio del antiguo estanque se instaló, en 1883, un invernadero de plantas exóticas que había presidido el jardín del Palacio del Marqués de Salamanca, en el Paseo de Recoletos de la capital, hasta que la crisis financiera obligó al Banco Hipotecario a desahuciar al millonario aristócrata y a quedarse con el edificio que hoy acoge la sede de la Fundación BBVA.

Este invernadero había sido construido en Londres y fue la primera construcción de hierro y cristal de su tipología que adornaron los palacios del eje noble de Madrid.

Tenía forma rectangular y bóveda de cañón, disponiendo en su interior de una serie de termosifones que mantenían la humedad necesaria para el cultivo de especies vegetales exóticas.

En torno al invernadero, Cecilio Rodríguez dispuso multitud de variedades de rosas en parterres simétricos limitados por setos de arizónica, junto a varias fuentes recuperadas también del palacio de José de Salamanca y Mayol.

En la primavera de 1915 brotaron las primeras rosas en este nuevo espacio. Mientras Europa se desangraba en la Gran Guerra, Madrid inauguraba su Rosaleda, que ponía a la ciudad a la altura de las grandes capitales… un proyecto que enorgulleció a los madrileños, que disfrutaban por aquella época de la neutralidad en la contienda bélica y de cierta prosperidad.

En 1924, Cecilio Rodríguez fue nombrado Jefe del Servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Madrid responsable de la “creación, entretenimiento y conservación de los jardines, parques, plazas, paseos, calles y plantaciones públicas así como del cultivo, multiplicación y mantenimiento de árboles y plantas”, de todo el municipio de Madrid.

Sus obras desde entonces incluyeron importantes jardines madrileños como los de la Cuesta de la Vega, los jardines de Isabel II, los jardines de la plaza de Santo Domingo, la plaza de España, la plaza de Chamberí, plaza de Neptuno, plaza de Cibeles, plaza de la Encarnación, plaza de las Salesas, plaza de la Villa de París, plaza de Salamanca, plaza de Manuel Becerra, plaza de Bilbao, plaza del Rey, plaza de Oriente o la plaza de Tirso de Molina... entre otras.

En 1931, con la llegada de la Segunda República, Cecilio Rodríguez fue destituido. Fue restituido en su antiguo cargo una vez finalizada la Guerra Civil, dirigiendo desde entonces la restauración de las zonas verdes de Madrid que habían quedado destruidas tras la contienda, entre otras la Casa de Campo, el Parque del Oeste o el propio Parque del Retiro, donde tanto la Rosaleda como el invernadero del Marqués de Salamanca quedaron destruidos.

A partir de 1941, Rodríguez plantaría unos 4.000 nuevos rosales, cifra que ha ido aumentando con el paso de los años para conformar el que hoy es uno de los escenarios más hermosos y fotogénicos de Madrid.

Cecilio Rodríguez fallecía en 1953 en Madrid, tras una vida dedicada al paisajismo de la capital… una generosa labor que dotó de belleza y llenó la ciudad de vida con sus pétalos y colores, para vestirse cada año de primavera.

Fotografía de Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jiménez Mantecón (Moguer, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958)

He mirado a las rosas y me he acordado de ti
— Juan Ramón Jiménez


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