De Madrid al Olimpo

Fuente de Orfeo. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

Fuente de Orfeo. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

La Fuente de Orfeo: mitología en las calles de madrid

La diversidad cultural, el dinamismo y la mentalidad abierta de sus ciudadanos, han convertido a Madrid en una de las capitales europeas preferidas para vivir por los foráneos, sean reales o mitológicos. Existe un Madrid legendario, habitado por héroes y dioses, de mármol y bronce, que aunque griegos y romanos, un día llegaron a la Villa y Corte para convertirse en verdaderos mitos castizos.

Los mitos son relatos fabulosos que surgieron de la imaginación del hombre para tratar de explicar la realidad que le rodeaba, para dar respuesta a preguntas esenciales como ¿de dónde venimos?, ¿cuál es el origen del mundo?, ¿quién lo ha creado?, ¿por qué sufrimos?, ¿qué hay después de la muerte? A través de estas leyendas los hombres griegos y romanos pretendían, miles de años antes de nuestra era, explicar hechos que para ellos era imposible comprender y para los que aún hoy no existe respuesta.

La mitología clásica pronto se convirtió en fuente de inspiración para la Historia del Arte, especialmente durante el Renacimiento, como reflejo de sus ideales estéticos y humanistas. Sin embargo, durante el siglo XVII, en un mundo atenazado por las guerras y la corrupción, estos valores decayeron y, en muchos casos, la mitología se empleó para ridiculizar, satirizar o criticar a través de dobles sentidos.

Los mitos griegos han dejado una huella muy patente en la Historia en Madrid. Durante siglos, los urbanistas y arquitectos que han pasado por la capital han dejado su sello a través de los iconos de la Grecia y la Roma clásica.

A través de la ornamentación de edificios y fuentes, monarcas, nobles, políticos, banqueros, empresarios o militares utilizaron a las divinidades como alusiones a su actividad, en los rostros de Hermes y Zeus del Banco de España; como mera propaganda, en el caso de Carlos III y la fuente de Apolo del Paseo del Prado; o como reflejo de valores ambivalentes, como es el caso de la estatua de Andrómaca en el Paseo de Recoletos, la Mariblanca, en la Puerta del Sol, o de esta Fuente de Orfeo en la Plaza de la Provincia.

Cuenta el mito que Orfeo, hijo de Apolo y Calíope, podía cantar y tocar música de tal manera que conmovía a humanos, animales, árboles, ríos y piedras. Se casó con Eurídice pero, el día de la boda, su esposa pisó una serpiente y murió envenenada.

Orfeo, desesperado, decidió bajar al inframundo para buscarla, conmoviendo de tal manera a los habitantes del reino de los muertos que Hades, dios de los infiernos, le permitió llevarse a su amada de vuelta al mundo de los vivos, con la condición de que Orfeo no debía volverse a mirarla hasta que llegasen a la luz del sol. Orfeo no pudo contener la impaciencia, se volvió y Eurídice se desvaneció para siempre.

Madrid refleja el hermoso de Orfeo en esta fuente, ubicada en la Plaza de la Provincia, a pocos metros de la Plaza Mayor y en frente del Palacio de Santa Cruz, que antiguamente fue Cárcel de la Corte. Fue inaugurada al final del reinado de Felipe III, según un proyecto de 1617 supervisado por Juan Gómez de Mora, autor también del propio Palacio de Santa Cruz.

En ella se representa a Orfeo que bien podría simbolizar, por un lado, el poder la resurrección, en alusión a la capacidad de un reino, el español, de sobreponerse a la enorme crisis que atravesaba en el siglo XVII y, por otro, la impaciencia y la falta de gobierno, en reflejo de las escasas capacidades que Felipe III había demostrado durante su reinado.

La mitología y el hábito de contemplar obras de temática mitológica nos permiten descubrir significados ocultos y explorar todas las posibilidades culturales que nos ofrece la capital, no sólo en espacios tan emblemáticos como el Museo del Prado, sino desde sus propias calles… porque pasear por Madrid es como hacerlo por el propio Olimpo.

Luis García Montero (Granada, 1958)​

Luis García Montero (Granada, 1958)​

Los seres humanos pueden vivir sin dioses pero los dioses le deben la vida a los seres humanos, es decir, son una extensión imaginaria de la realidad, el resultado de una insatisfacción
— Luis García Montero


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