El Rosario de la Aurora

Plaza Tirso de Molina en Madrid

Plaza de Tirso de Molina. Madrid, 2022 ©ReviveMadrid

De plegarias y rosario… a batalla campal

La historia de Madrid es rica y abundante que no solamente nos acompaña a cada paso por las calles de la ciudad sino que también se integra dentro de nuestro propio lenguaje a través de numerosos refranes y frases populares que, posiblemente, empleamos cada día.

Es el caso de la expresión “acabar como el Rosario de la aurora”, que solemos emplear para referirnos a un hecho que sabemos, o presentimos, acabará mal. Además del sentido popular, esta frase nos remite a un fenómeno socio religioso que siglos atrás tuvo un hondo arraigo en España.

El rezo del rosario

Y es que, dentro de las tradiciones católicas, el rezo del Rosario supone la expresión más genuina de alabanza y oración que puede ofrecerse a la Virgen María, especialmente durante el siglo XVII, cuando nació la popular tradición del Rosario de la aurora.

El origen del rezo del Rosario se remonta a la Edad Media, cuando los monjes tenían la obligación de rezar diariamente los ciento cincuenta salmos del rey David. Como abundaban los clérigos analfabetos, muchos sustituyeron la lectura de los salmos por el rezo de ciento cincuenta padrenuestros y otras tantas avemarías.

En el siglo X, los monjes irlandeses establecieron la costumbre de realizar nudos en un cordel para ayudar a los religiosos a concentrar su atención y llevar las cuentas de la salmodia. Ahí está el origen del elemento físico que hoy conocemos como Rosario.

Tres siglos después, sería el burgalés Santo Domingo de Guzmán quien impulsaría la costumbre de rezar el Rosario entre sus fieles.

La tradición afirma que al fundador de la Orden de Predicadores (los dominicos) se le apareció la Virgen con un Rosario en la mano, le enseñó a recitarlo y le pidió que lo rezara y lo difundiera por todo el mundo.

Desde aquel momento su rezo vivió un lento pero constante avance entre órdenes religiosas de todo tipo, si bien su impulso definitivo llegaría en el siglo XVI de la mano del Papa dominico Pío V.

los milagros del rezo_

El 7 de octubre de 1571, el santo Pontífice estaba rezando el Rosario en Roma mientras las tropas católicas de la Santa Liga vencían a las del Imperio Otomano en la batalla de Lepanto. San Pio V atribuyó esta victoria a la práctica del Rosario, así que reunió a su congregación y les dio orden de propagar dicho rezo.

Ese mismo año se fijó el 7 de octubre como fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Victoria en conmemoración de dicha batalla y, al año siguiente, se cambiaría su nombre por el dela fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

el rezo del rosario y la peste en sevilla_

A partir del siglo XVII el rezo del Rosario vivió su auténtico esplendor.

La segunda mitad de esta centuria iba a marcar profundamente la religiosidad española a causa de las crisis socioeconómicas, catástrofes y epidemias que azotaron nuestro país, especialmente la terrible plaga de peste que castigaría Sevilla.

Para la capital andaluza, la peste de 1649 supuso una verdadera catástrofe al ver cómo la mitad de su población perecía, generando una gran conmoción social.

El pueblo sevillano experimentó un angustioso sentimiento de culpa, de pecado colectivo, por el que Dios castigaba a la ciudad. Era necesaria una conversión radical de vida y una reforma de costumbres a través del arrepentimiento y la penitencia… y para conseguirlo el rezo del Santo Rosario se hizo imprescindible.

una plegaria… y una moda_

El Rosario se rezaba todos los días en las iglesias, calando su plegaria hasta tal punto en la población que pasó a convertirse en una oración doméstica. Incluso se llegaron a imprimir folletos sobre el modo correcto de rezarlo de manera individual.

El Rosario de cuentas se convirtió así en signo de identidad para toda la ciudad y en una auténtica “moda” para los sevillanos, que siempre lo llevaban colgado del cuello.

Los rosarios populares_

Esta nueva tradición dio lugar a una religiosidad espontánea de la que el pueblo llano se iba a convertir en promotor y protagonista, gracias fundamentalmente a la figura de Fray Pedro Ulloa. Este padre dominico extendió la costumbre de trasladar el rezo del Rosario a la vía pública, dando lugar a los llamados “rosarios populares”.

Se trataba de actos públicos de contrición para los que no era necesaria la presencia de un sacerdote y en los que participaban grandes multitudes procesionando, rezando y cantando coplas tras un crucifijo mientras portaban velas, faroles y rosarios en las manos.

Pronto este formato de Rosario popular se extendería por toda España, promoviendo la fundación de numerosas Cofradías que trasladaron su rezo y procesiones a las calles y plazas de cada ciudad y cada pueblo… es decir, a la cotidianidad de las gentes.

Dedicados a diversas advocaciones marianas, los vecinos de cada barrio madrileño procesionaban en torno a hornacinas o retablos callejeros construidos por ellos mismos.

el rosario de la aurora_

La cotidianidad del rezo del Rosario fue tal que muy pronto pasó a celebrarse tres veces al día: a la aurora (entre las 5:00 am y las 6:00 am), a mediodía y a prima noche (entre las 6:00 pm y las 9:00 pm).

De todos ellos el Rosario de la aurora comenzó a ser el más concurrido ya que a su finalización se celebraba una misa, lo que unía la devoción con el sacramento, la religiosidad popular con la oficial.

Además, este rezo al alba servía para el cumplimiento del precepto dominical tanto para los campesinos y comerciantes que comenzaban muy pronto su jornada laboral y no podían asistir a la iglesia, como para los pobres y marginados sociales, que muchas veces no se atrevían a participar en los cultos religiosos regulares a causa de su atuendo.

un rezo callejero_

El Rosario de la Aurora contaba con un preámbulo en el que, cada mañana, los hermanos “auroros” hacían sonar una campanilla para avisar a los vecinos de las calles del paso de la cofradía.

En el siglo XVIII llegaron a concurrir varios rosarios en una misma vía, algunos organizados de forma oficial y otros de manera espontánea, lo que con el tiempo acabó provocando altercados y desórdenes públicos.

Y es que el rezo callejero del Rosario a horas intempestivas y en voz alta, solía generar algún que otro conflicto en las calles de la capital, ya fuera con las cuadrillas de mozos que deambulaban de vuelta a casa tras una noche de juerga, con los vecinos de las calles por las que pasaba la procesión o por la rivalidad existente entre los cofrades de las diferentes agrupaciones cuando coincidían.

un rosario… de golpes_

A finales del siglo XVIII de la Calle del Rosario, colindante con el convento y basílica de San Francisco el Grande, partía la famosa procesión del Rosario de la Aurora en Madrid.

Por su parte, del hospital de Santa Catalina, al final de la Calle del Arenal, salía otro Rosario que veneraba a la Virgen del Henar.

Ambas procesiones concentraban un gran número de devotos, portando faroles y estandartes, mientras recorrían las calles de la Villa.

Una madrugada, en plena Semana Santa, las dos procesiones se encontraron en la hoy desaparecida Calle de los Remedios, una vía muy estrecha que formaba parte de la actual Plaza Tirso de Molina.

Al no haber espacio suficiente para que ambas cofradías continuaran su camino simultáneamente, cada congregación se arrogó el derecho de que la otra retrocediera o se replegara dejándole el paso libre, de manera que ninguna dio su brazo a torcer. Ambas se empeñaban en avanzar a un tiempo y la negativa dio lugar a una fuerte riña que llegó a las manos.

Los hermanos de una y otra cofradía acabaron golpeándose unos a otros con faroles y “simpecados”, originando una pelea tan tremenda que sería recordada por todos los madrileños durante siglos hasta dar lugar a la expresión popular que hoy en día todos conocemos (“acabar como el rosario de la aurora”), y a la que algunos, para más precisión, añaden tras una coma, “a farolazos”.

del refranero al arte_

Esta anécdota llegó a ser tan conocida que incluso sirvió de inspiración para el arte en los años posteriores, entre otros para el cuadro de Eugenio Lucas Velázquez que hoy podemos disfrutar en el Museo Carmen Thyssen de Málaga y que lleva por título El Rosario de la aurora (1860).

Como vemos, hasta nuestra forma de hablar se basa muchas veces en sucesos que tuvieron lugar en espacios por los que paseamos cada día… aunque algunos sean fruto de un extremismo capaz de convertir la devoción en una batalla campal.

Cuadro El Rosario de la Aurora
El demonio a la oreja
te está diciendo:
No vayas al rosario/sigue durmiendo.
Labrador si tu quieres/frutos del campo,
los tendrás abundantes/con el Rosario
— Coplilla del Rosario de la Aurora


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