Morir para contar

Casa fotografiada por Robert Capa. Madrid, 2018 ©ReviveMadrid

Casa fotografiada por Robert Capa. Madrid, 2018 ©ReviveMadrid

la mirada de robert capa en madrid



Desafortunadamente, son muchas las guerras que se han librado y se siguen librando en todo el mundo. Si hoy podemos conocer la realidad de estos conflictos es gracias a la valentía y entrega de los corresponsales de guerra… profesionales que asumen el miedo de arriesgar su vida como precio por mirar a la Historia a los ojos. Robert Capa, probablemente el corresponsal gráfico de guerra más importante del siglo XX, desarrolló parte de su carrera en Madrid cubriendo la Guerra Civil. Sin sus imágenes resultaría imposible entender la historia del fotoperiodismo, pero tampoco la Historia de España.

La Guerra Civil es, sin duda, el acontecimiento más determinante de la Historia de nuestro país durante el siglo XX. Su comienzo fue resultado del fracaso de la sublevación militar iniciada el 17 de julio de 1936, cuando parte del ejército se alzó contra el gobierno republicano, constituido el 16 de febrero, dando lugar a una sangrienta lucha entre compatriotas.

La contienda se prolongaría hasta el 1 de abril de 1939 como consecuencia de la resistencia que muchos ciudadanos ofrecieron contra los militares sublevados en ciudades como Madrid que, a pesar de permanecer rodeada por el ejército franquista desde noviembre de 1936, se convertiría símbolo de la resistencia republicana durante tres años.

El resultado de este incomprensible enfrentamiento fueron miles de muertos y la ruina económica, política y social de un país que posteriormente soportaría cuarenta años de una dictadura impuesta por el vencedor del conflicto: Francisco Franco.

Además, la Guerra Civil española fue utilizada por las potencias europeas aliadas de ambos bandos (Alemania y Rusia) como campo de pruebas para la II Guerra Mundial. Se convirtió en precursora en el uso de nuevo armamento, nuevas tácticas militares, nuevos sistemas de evacuación de población civil, por la protección del tesoro artístico nacional y, especialmente, fue una guerra pionera en el control de la información y la propaganda.

La comunicación, controlada por ambos bandos, nacional y republicano, estuvo orientada no sólo a mantener la moral de los combatientes y la población civil, sino a minar el ánimo de los enemigos y conseguir el respaldo de los españoles neutrales. Con ese objetivo se emplearon por primera vez los discursos y la radio, la prensa escrita, el cine y los documentales de guerra.

Pero sin duda el soporte más empleado con fines propagandísticos fue la fotografía, por su mayor capacidad de persuasión para condicionar a un público deseoso de información y fácilmente manipulable. De esta manera, los carteles y las fotografías tomadas en el frente y en la retaguardia invadieron los muros, periódicos y revistas de todo el país.

La Guerra Civil fue una guerra especialmente fotogénica y consagró el fotoperiodismo como género artístico y periodístico universal.

La presencia de periodistas y fotógrafos en Madrid fue muy numerosa y no sólo interesó a los profesionales españoles, sino que hombres y mujeres de diferentes nacionalidades y de los lugares más remotos del planeta llegaron a España para cubrir con su pluma o su cámara fotográfica una guerra que enfrentaba dos formas de ver y entender la política, la sociedad y la cultura.

Los reporteros y fotógrafos que llegaban al frente de Madrid debían adaptarse a los condicionantes impuestos por la contienda y enfrentarse a problemas que diariamente condicionaban su trabajo en la capital: la falta de suministros, la movilización de muchos fotógrafos al frente, el control y la censura impuesta por las autoridades y, especialmente, los peligros derivados del fuego cruzado y de los continuos bombardeos que los aviones enemigos lanzaban sobre la ciudad, tanto en el frente como en la retaguardia. Muchos fotógrafos llegaron a pagar la proximidad de la noticia con su propia vida.

En el conflicto español, los fotógrafos pudieron aplicar nuevas teorías y técnicas procedentes de las vanguardias artísticas, coincidiendo con el auge de las revistas gráficas en Europa y América.

Desde que por primera vez, con la Guerra de Crimea de 1853, un conflicto armado fuera plasmado por cámaras fotográficas y hasta la Guerra Civil española, la fotografía de guerra había evolucionado mucho.

Atrás quedaban las máquinas de fotografía pesadas y poco manejables, de fuelle, con pesados trípodes que impedían obtener imágenes espontáneas y dificultaban el margen de maniobra del fotógrafo en situaciones de peligro. En cambio, las modernas cámaras discretas, manejables y ligeras como las Leica, Contax o Rolleiflex, permitían al fotógrafo la máxima movilidad para adentrarse en el torbellino del frente como nadie se había atrevido a hacerlo antes.

Los lectores de las nuevas revistas y publicaciones quedaron impactados, ya que nadie había visto nada parecido hasta entonces. El mundo tuvo, a partir de ese momento, una imagen de la guerra menos heroica y mucho más realista.

Entre los fotógrafos españoles que cubrieron el conflicto bélico destacaron Manuel Albero, Francisco Segovia, José María Casariego, Alfonso o Santos Yubero entre otros. De entre los foráneos, que solían alojarse en el Hotel Florida de la plaza de Callao o el Hotel Gran Vía, junto al Bar Chicote, nombres como Jean Moral, David Seymour, Luis Bressange o Walter Reuter documentaron aquel Madrid en guerra… una nómina de profesionales entre los que brilla con luz propia un nombre, Robert Capa, que en realidad esconde otros dos: Endre Friedmann y Gerta Pohorylle.

Endre Ernő Friedmann, de origen húngaro y Gerta Pohorylle, alemana, se conocieron en el París de los años treinta, el de los poetas y los pintores, y enseguida congeniaron por su ascendencia judía, sus convicciones de izquierdas y su militancia antifascista. Entre ellos surgió una química brutal que les llevaría a protagonizar el romance más célebre de la historia del fotoperiodismo.

A principios de 1936, ante las adversas circunstancias económicas que vivía la pareja, Gerta se planteó una curiosa estrategia empresarial, ideando un cambio de identidad para ambos mediante la creación de un personaje ficticio: un famoso fotógrafo norteamericano de nombre “Robert Capa”, al que acompañaría en sus viajes su ayudante, “Gerda Taro”. Este seudónimo les permitiría comercializar las imágenes realizadas por ambos y aumentar su producción… una solución para ellos, pero un problema para los investigadores actuales, incapaces muchas veces de descubrir quién de los dos tomó algunas de sus fotografías más famosas.

Ambos llegaron a la capital francesa huyendo del nazismo que devoraba Centroeuropa y fue allí donde les sorprendería el estallido de la Guerra Civil española, en julio de 1936. Hasta nuestro país se trasladaron ese mismo verano, dispuestos a retratar con sus cámaras el horror de la contienda desde el bando republicano.

Tras una primera estancia en Barcelona, donde los combates ya habían terminado y reinaba la tranquilidad, en el mes de noviembre decidieron trasladarse a Madrid… allí la guerra había dejado de ser un teatro para convertirse en una tragedia.

“La guerra es como una actriz que va envejeciendo. Es cada vez menos fotogénica y cada vez más peligrosa”. Robert Capa

La misión de la pareja consistía en reflejar la inesperada resistencia que los madrileños estaban ofreciendo a las tropas rebeldes que se encontraban a las puertas de la capital. En pleno frente madrileño, ambos se pasearían entre las balas perdidas, retratando combates reales junto a las trincheras y campo a través, cámara en mano… Robert siempre acompañado de su inseparable Leica y Gerda de su Rolleiflex.

“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”. Robert Capa

Robert Capa (Endre Friedmann) trabajó en dos reportajes fundamentalmente mientras estuvo en Madrid: uno sobre los combates al oeste de la ciudad y otro sobre el sufrimiento de quienes habían perdido sus hogares a causa de los bombardeos aéreos por parte de la aviación nazi.

La capital estaba siendo bombardeada por la aviación alemana que apoyaba a los sublevados en contra de la República. Los aviones “junckers” de Hitler descargaban sus bombas sobre zonas civiles de la capital… una estrategia militar diseñada por la aviación alemana e italiana que, tras experimentar sobre la población civil española, sería exportada al resto de Europa durante la Segunda Guerra Mundial.

Uno de sus objetivos fue el entonces pueblo de Vallecas, cuna de la clase obrera y cobijo de los más desfavorecidos de la ciudad. Las bombas alemanas cubrieron sus calles de muertos, heridos y destrucción… y hasta allí se trasladó Robert Capa, para retratar con su cámara cómo la cotidianidad convivía con el horror.

Muchas casas habían quedado derruidas a causa de los proyectiles… pero una, aunque dañada, resistió y fue fotografiada por Capa. Su imagen nos muestra una fachada de ladrillo comida por la metralla, tres niños jugando en la acera y otra pequeña, mirándoles desde una puerta en ruinas, sonriendo. Ver imagen.

“Cuando se redujo toda resistencia, buscamos a la población civil. Fue un espectáculo horrible, más trágico de todo lo que habíamos visto hasta entonces”. Robert Capa

La fotografía, conservada hoy en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se convertiría en un icono de la Guerra Civil como símbolo de un pueblo que aguantaba estoicamente entre los escombros, rodeado de muerte y sufrimiento, dando la vuelta al mundo: periódicos franceses y suizos la publicaron en sus portadas, como también la revista estadounidense “Life”, que se distribuía en muchos países. Sin duda, su serie de imágenes sobre los bombardeos en Madrid causaron impacto internacional.

Conscientes de que era posible remover sensibilidades y conciencias entre la opinión pública y las autoridades internacionales, Endre y Gerta buscaron mostrar a través de sus imágenes que la verdad de la guerra no sólo se encontraba en el fragor del combate, sino también en sus consecuencias, en los rostros de los soldados que soportaban el frío y la fatiga y en los civiles destrozados por el miedo, el sufrimiento y la pérdida… aquellos que hoy habríamos olvidado de no ser porque podemos contemplar sus rostros gracias a la labor de ambos fotógrafos.

El 25 de julio de 1937, a las 18:30 horas, Gerda Taro perdía la vida en el frente de Brunete con tan sólo veintiséis años, a causa de un accidente fortuito: un tanque descontrolado que intentó zafarse de un bombardeo enemigo se cruzó en la carretera invadiendo el carril en el que transitaba el camión que trasladaba a varios heridos y a la fotógrafa. El golpe le hizo caer y el tanque le pasó por encima, muriendo horas más tarde en el hospital inglés de El Goloso. Fue la primera fotoperiodista fallecida cubriendo un conflicto bélico.

La muerte de Taro dejaría en Capa una herida que nunca cerraría y, tras cubrir la Guerra Civil, ya nunca volvería a España... le resultaba demasiado doloroso.

“Para Gerda Taro, que pasó un año en el frente español, y se quedó”. Dedicatoria de Robert Capa

Robert y Gerda no llevaban fusil, escogieron la imagen como arma de combate. Su audacia, valentía y entrega dio forma al mito del corresponsal de guerra y sentó las bases del fotoperiodismo moderno, convirtiendo por primera vez a los civiles en protagonistas pasivos de una guerra y generando una conmoción universal.

En 1947, Robert Capa fundó, junto con los fotógrafos Henri Cartier-Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour, la agencia Magnum Photos, cuya producción ha sido y sigue siendo un modelo para fotógrafos y periodistas que hoy en día continúan arriesgando su vida en zonas de guerra.

Endre Friedmann sobrevivió el tiempo suficiente para dar testimonio de la Segunda Guerra Mundial y acabar de forjar su mito en otros campos de batalla, hasta que en 1954 fallecía tras pisar una mina en la Guerra de Indochina… convencido como estaba de que valía la pena arriesgar su vida para que las imágenes más cercanas del frente pudieran llegar a los lectores.

"El final de la oscuridad siempre traía consigo el comienzo de la muerte". Robert Capa

Esta casa que un día de noviembre de 1936 Robert Capa fotografió, ubicada en la actual Calle Peironcely número10 de Madrid, aguantó en pie no sólo los tres años de guerra, sino también décadas de una durísima posguerra, una dictadura de cuarenta años y otras tantos de democracia hasta la actualidad, para convertirse en un icono, no solo de la memoria de España y de la ciudad de Madrid, sino en un símbolo universal que representa el horror de la guerra y el sufrimiento de la infancia.

Por su parte, la obra de Robert Capa forma parte de un relato visual del siglo XX que hoy nos invita a reflexionar sobre la relación entre nuestro terrible pasado y las tragedias actuales… un espejo que nos devuelve la imagen de aquellos que hoy día siguen sufriendo la crueldad de cualquier guerra, el mismo horror que nos muestran las fotografías de Endre y Gerta.


Endre Ernö Friedmann. Robert Capa (Budapest, 1913 – Vietnam, 1954)

Endre Ernö Friedmann. Robert Capa (Budapest, 1913 – Vietnam, 1954)

No hace falta recurrir a trucos para hacer fotos… No tienes que hacer posar a nadie ante la cámara. Las fotos están ahí, esperando que las hagas. La verdad es la mejor fotografía, la mejor propaganda
— Endre Ernö Friedmann (Robert Capa)


¿Cómo puedo encontrar la casa fotografiada por robert capa en la calle peironcely de Madrid?