Brazo a brazo

Lugar en el que se ubicó la casa de Francisco Javier Balmis. Madrid, 2021 ©ReviveMadrid

Lugar en el que se ubicó la casa de Francisco Javier Balmis. Madrid, 2021 ©ReviveMadrid

Real Expedición Filantrópica de la Vacuna: ciencia y filantropía

¿Quién hubiera apostado a principios de 2021 que la humanidad podría disponer de al menos tres vacunas contra la COVID-19? Y es que aunque de media se tardan unos diez años en sacar una vacuna al mercado, a los pocos meses de estallar la pandemia la vacuna ya estaba aquí, a pocos metros de nuestras casas, en un congelador a muchos grados bajo cero esperando a que llegue nuestro turno de vacunación.

Lo que a priori parece un milagro fue, en realidad, fruto del trabajo de los mejores investigadores del mundo que, en tiempo récord, libraron una de las carreras más formidables de la Historia de la Medicina… una Historia, la de la vacunación masiva, que comenzó a forjarse en la España del siglo XVIII, gracias a la labor del doctor Francisco Javier Balmis y la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

La importancia de las vacunas y su distribución_

La actual pandemia de coronavirus ha vuelto a poner de manifiesto la importancia que tienen las vacunas y los procesos de inmunización en la historia de la humanidad, ayudando a prevenir la propagación de multitud de enfermedades infecciosas o reduciendo sus patologías más graves.

Sin embargo, como hemos podido comprobar en los últimos tiempos, el éxito de la inmunización no radica tan sólo en el desarrollo de posibles vacunas, sino en asegurar su posterior fabricación y distribución.

Si aún hoy, en pleno siglo XXI, la era de las comunicaciones, el reparto de las vacunas COVID por todo el mundo ha generado problemas… ¿podéis imaginar los que tuvieron que afrontar hace más de dos siglos los responsables de la primera campaña de vacunación contra la viruela, una de las enfermedades infecciosas más letales de la Historia?

La viruela, el “ministro de la muerte”_

Bautizada como "el peor ministro de la muerte", en el siglo XVIII la viruela se convirtió en la pandemia más mortífera y aterradora de todo el planeta, tomando el relevo de la peste bubónica como azote de la humanidad.

Entre los siglos XV al XVIII se propagó por Europa como la pólvora, probablemente a causa de las migraciones producidas por las guerras de religión tras la Reforma protestante y la posterior Contrarreforma. Se estima que su mortalidad era superior al 30% de los contagiados y, tan sólo en el viejo continente, acabó con la vida de sesenta millones de personas durante ese último siglo.

Sus estragos fueron también evidentes en América, desde su introducción en el continente por parte de los conquistadores españoles. Cuando los ejércitos dirigidos por Hernán Cortés conquistaron el Imperio Azteca en 1519, extendieron un virus que acabaría con la mitad de su población nativa, estimada en treinta millones de personas, en apenas unos meses.

Las secuelas de la viruela_

El virus se cebaba fundamentalmente con los niños menores de diez años, aunque en realidad atacaba a personas de cualquier edad.

Muchos de los que sobrevivían quedaban ciegos y con rostros marcados de por vida por cicatrices, a causa de las dolorosas llagas de pus que cubrían cada centímetro de su piel. El único rayo de esperanza era que quien sobrevivía a la enfermedad generaba inmunidad a sucesivas oleadas.

La enfermedad tampoco distinguía entre sexos o clase social y eso la hacía temida tanto entre los más pobres como entre los estamentos aristocráticos de todos los países.

En España, el Príncipe Baltasar Carlos, en 1646, o el Rey Luis I de España, en 1724, habían fallecido a causa de la enfermedad. La infanta María Isabel, hija de Carlos IV y María Luisa de Parma, llegó a superarla, pero las graves secuelas que le dejó en el rostro fueron terribles.

La variolización_

A finales del siglo XVIII, el único procedimiento para prevenir esta afección era la peligrosa variolización… un remedio con una tasa de mortalidad cercana al 2% para cuya aplicación sobre niños existían tres métodos:

  • Introduciendo en sus orificios nasales un pedazo de algodón empapado de pus extraído de las pústulas frescas de enfermos leves de viruela.

  • Inhalando el polvo de costras desecadas y pulverizadas de otros enfermos.

  • Vistiendo a un niño sano las ropas usadas de un varioloso.

Si el niño variolizado sobrevivía, podía padecer fiebre durante unas semanas y una forma atenuada de viruela que le acababa generando inmunidad. En cualquier caso, ninguno de estos métodos aseguraba, mi mucho menos, el éxito… algo que a todas luces suponía un fracaso para la Ciencia, en pleno siglo de la Ilustración en Europa.

Jenner y la vacunación_

Corría el año 1796 cuando un modesto médico rural británico, Edward Jenner, observó que las personas con vacas que habían sido contagiadas de la "viruela bovina" mostraban una cierta resistencia a contraer su variante humana, mucho más mortal.

Para demostrarlo, el doctor inglés decidió inocular las secreciones extraídas de una pústula en la mano una ordeñadora, que había contraído la enfermedad directamente de su vaca, a un niño de ocho años, quien posteriormente desarrollaría inmunidad hacia la viruela.

Jenner acababa de descubrir un método de inmunización cuyo nombre deriva de las “vacas”, protagonistas de sus experimentos y cuyo hallazgo cambiaría la historia de la humanidad para siempre: la vacunación. Edward Jenner es, desde entonces, considerado "el padre de la inmunología".

balmis y la vacunación en nuevo mundo_

La vacuna llegó a España en 1800 y ya al año siguiente se llevaron a cabo las primeras inoculaciones exitosas en Madrid, extendiéndose desde la capital a toda España.

Sin embargo, dos años después de que se administrara la vacuna con carácter general a todo el país, se desencadenó en las colonias españolas del Nuevo Mundo una epidemia de viruela que en pocos meses alcanzaría enormes dimensiones.

En ese momento emergió la figura de Francisco Javier Balmis y Berenguer, médico alicantino de la Corte de Carlos IV que convenció al monarca de la importancia de transportar la vacuna antivariólica a los territorios españoles en América, para frenar una epidemia que estaba acabando con millones de vidas.

Con este objetivo, y con el consentimiento del monarca, el médico español puso en marcha la bautizada oficialmente como Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

¿cómo transportar la vacuna?_

Sin embargo… ¿cómo conseguir transportar la vacuna en perfectas condiciones hasta tierras americanas? Técnicamente era imposible transportarla a través del Atlántico, ya que se trataba de un peligroso viaje en barco que duraría meses mientras que la vacuna tan solo permanecía “viva” unos pocos días.

El médico alicantino había intentado contener el fluido dentro de pequeñas botellitas de cristal, fracasando en el intento.

A principios del siglo XIX aún no existían los frigoríficos, por lo que era imposible mantener la cadena de frío necesaria para mantener las propiedades de la vacuna durante meses. Además, era necesaria gran cantidad de suero para inocular a la población de las colonias.

La solución en la infancia_

Finalmente, Balmis llegó a la conclusión de que la única manera de poder trasladar el remedio en perfectas condiciones era utilizando receptáculos vivos: el suero sería transportado dentro de 22 niños sanos, de entre tres y nueve años.

El por qué de elegir niños y no adultos se debía a que, a falta de unos análisis que en la época no existían, podía comprobarse con seguridad si habían o no padecido la viruela… una solución no exenta de complicaciones y recriminaciones morales.

Sin embargo, esta decisión suponía una nueva incógnita para Balmis: ¿qué padres prestarían a sus hijos para una empresa así? No solo se contagiaba a los niños de una enfermedad que podía resultar mortal sino que además se les sometería a una travesía marítima repleta de peligros. El único recurso que pudo hallar el médico alicantino fue seleccionar niños expósitos en inclusas y orfanatos.

Finalmente, fueron seleccionados diez niños de la Inclusa de Madrid y doce de la de La Coruña. En compensación, la Corona se comprometió a hacerse cargo de aquellos niños, a hospedarlos y cuidarlos en adelante, formándoles en una profesión que les permitiera integrarse laboralmente en la sociedad.

La real expedición filantrópica_

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna había comenzado a gestarse en marzo de 1803 y en apenas ocho meses estaba casi completamente definida. Balmis a la cabeza, junto a él su ayudante José Salvany y Lleopart, una decena de médicos, practicantes y 22 niños compondrían la expedición.

Pero el equipo aún no estaba completo. La presencia de niños entre la tripulación obligaba a introducir en el equipo a un nuevo componente, una persona que cumpliese con las características humanas y conocimientos necesarios para poder atender y cuidar a los niños a lo largo de la travesía.

Balmis nombró a la Rectora de la Casa de Expósitos de la Coruña la persona que se encargaría de cuidar a los niños a lo largo de toda la expedición… pero no sólo de los niños que partían desde España, sino de los que fuese necesario incorporar a la expedición a lo largo de su recorrido para transportar la vacuna de unos territorios a otros a través del Nuevo Continente. Su nombre, Isabel Sendales y Gómez… más conocida en nuestros días como Isabel Zendal.

El 30 de noviembre de 1803, partía la expedición desde el puerto de La Coruña a bordo de la corbeta María Pita. Sus destinos: Tenerife, Puerto Rico, Venezuela, Cuba, Nueva España, Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Ecuador, Filipinas y China.

brazo a brazo_

Balmis inoculó a dos niños la vacuna en el brazo al inicio del viaje y fue pasando la vacuna, días después, a los brazos de otros dos niños, aplicándoles las secreciones de las pústulas de los dos niños vacunados la semana anterior, estableciendo así una cadena humana, brazo a brazo. De esta manera siempre habría al menos dos niños con capacidad para transmitir la vacuna en cualquier momento.

Los niños vacunados con el virus leve debían estar separados del resto para no contagiar a los sanos y someterse a una vigilancia estrecha, tanto de la sintomatología presentada durante el desarrollo de la enfermedad como de las pústulas, que no debían rascarse para evitar desperdiciar su codiciado contenido.

Salvany y sus penalidades_

Tras pasar un mes en Santa Cruz de Tenerife, la expedición llegó a Puerto Rico en febrero de 1804 y desde allí se trasladó a Venezuela, Cuba y México.

En el país azteca el convoy se dividió en dos grupos: uno dirigido por Balmis, que siguió la ruta hacia el norte y llegó hasta Filipinas introduciendo la vacuna en Asia; el otro liderado por el médico militar José Salvany, que recorrió los países de Sudamérica.

La expedición de Salvany estuvo llena de penalidades y obstáculos, incluido un naufragio en la desembocadura del río Magdalena.

La mayoría de sus miembros no sobrevivirían. El propio Salvany enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo. Finalmente murió en la ciudad de Cochabamba en 1810.

El segundo grupo, comandado por el propio Balmis, se dirigió hacia el norte con la intención de extender la vacuna por el Caribe, Centroamérica y el norte del continente. Su periplo asiático le llevó, a duras penas, a Macao y Cantón.

el éxito de la expedición_

Los resultados de la expedición fueron un éxito. Se inmunizó a miles de personas, niños y adultos, y en los lugares donde se mantuvo la vacunación las epidemias decrecieron.

Además, en los tres años que finalmente duró el viaje, Balmis escribió miles de tratados sobre los efectos y la eficacia de la inoculación según el clima y sobre cómo proteger la vacuna.

Pero, ante todo, el valor del trabajo de la Real Expedición reside valor no sólo en haber conseguido transportar la vacuna, sino en que sus miembros se preocuparon de propagar, enseñar y perpetuar la vacunación, estableciendo una red de vacunadores locales que pudieran mantenerla activa.

Balmis, un héroe ilustrado_

La vuelta de Balmis a Madrid se produjo el 7 de septiembre de 1806. Carlos IV lo recibió colmándole de honores y felicitaciones.

Había terminado el que el naturalista Alexander von Humboldt calificó como el viaje "más memorable en los anales de la Historia".

El mismo Edward Jenner y otros notables científicos europeos reconocieron la importancia de la empresa de Balmis… uno de los acontecimientos sanitarios de mayor calado científico realizados durante el siglo XVIII y la primera misión humanitaria de la Historia, nada menos, que sentó las bases de un modo de ayuda entre los humanos que hoy conocemos como filantropía.

“No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y tan extenso como este". Edward Jenner

El ilustre Francisco Javier Balmis y Berenguer falleció en su casa, en Madrid, en esta Calle Valverde número 14, el 12 de febrero de 1819, a los sesenta y seis años de edad.

El legado de balmis_

Gracias a contribuciones como la de Balmis, la Organización Mundial de la Salud declaró la viruela totalmente erradicada del mundo en 1980, considerándose desde entonces la única enfermedad humana exterminada como resultado de una campaña mundial de vacunación.

Hoy, más de dos siglos después, los expertos en inmunología y virología no olvidan una de las grandes hazañas de la historia de la medicina y de la humanidad, lo que una vez más contrasta con el escaso conocimiento que de ella se tiene, especialmente en nuestro país.

En memoria a este hito universal, el Ministerio de Defensa español bautizó la operación puesta en marcha en 2020 contra la epidemia de coronavirus en nuestro país con el nombre de Operación Balmis. Dos misiones, separadas por 217 años de diferencia que mantienen el mismo espíritu: servir a un bien colectivo aun a riesgo de perder la propia vida.

P.D: en homenaje a todos los colectivos que con su valentía, esfuerzo y dedicación, luchan cada día por el bien de todos: investigadores, Ejército, UME, Policía, servicios sanitarios, asistenciales, farmacéuticos, de logística y abastecimiento, cajeras, transportistas, limpiadoras, cuidadoras de ancianos, trabajadores de funerarias… y a todos aquellos empleados de servicios esenciales que se mantienen al pie del cañón desde el inicio de esta horrible pandemia. Vosotros sois los verdaderos héroes.

Francisco Javier Balmis y Berenguer (Alicante, 1753-Madrid, 1819)

Francisco Javier Balmis y Berenguer (Alicante, 1753-Madrid, 1819)

Amar y sufrir defendiendo lo que se ama es la única forma de vivir con plenitud y dignidad
— Francisco Javier Balmis Berenguer


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