Entre dos mundos

Basílica de Atocha. Madrid, 2020 ©ReviveMadrid

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Bartolomé de las casas: defensor de los derechos humanos

¿Imaginas cómo sería nuestra vida si careciéramos de derechos? ¿Qué pasaría si el concepto de "derechos humanos" no existiera y nadie se sintiera obligado a respetar a los demás? Desgraciadamente, millones de personas en el mundo ven cada día sus derechos, reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, vulnerados sistemáticamente por gobiernos que les privan de libertad, dignidad y seguridad. A lo largo de la Historia han existido numerosos defensores de los derechos humanos, pero Francisco de Vitoria y Bartolomé de las Casas quizá fueron los primeros, los grandes protectores de los indios americanos tras el descubrimiento del Nuevo Mundo. La figura de Fray Bartolomé, además, forma parte de la memoria de Madrid.

Los años finales del siglo XV y mediados del XVI construyeron un momento crucial en la Historia, no sólo de España sino del mundo.

Al descubrimiento, conquista y colonización de América, continuaron los difíciles años de constitución y afianzamiento de la monarquía hispánica, una época irrepetible de intercambios culturales y de toda índole, un período único de expansión en los horizontes y valores de una Europa escindida y un profundo conflicto entre católicos y protestantes. La conquista española de América apenas tiene parangón con cualquier otro hecho en la Historia de la humanidad… una época de transición de la Edad Media a la Modernidad, que supuso un "renacimiento" en todos los órdenes de la vida cultural, política e ideológica, especialmente en Europa.

Cristóbal Colón acababa de descubrir, sin saberlo, un continente cuyas riquezas parecían inabarcables y, en unos pocos años, imperios centenarios sucumbieron ante el envite de unos cuantos hombres cuya aplastante superioridad militar, junto con la propagación de enfermedades, diezmaron a poblaciones enteras.

Al inicio de la conquista de América se vivió un periodo de indefinición jurídica en las nuevas tierras sobre la cuestión de cómo debía tratarse a la población indígena, que no salió bien parada.

Los primeros en sufrir casos de esclavitud fueron los indios taínos de La Española (actual Santo Domingo), ya en los primeros viajes de Colón, aunque pronto se recurrió a otras fórmulas como la recaudación de impuestos en oro y a las encomiendas.

La encomienda ocultaba un sistema de esclavitud encubierta que pretendía canalizar la ambición de los conquistadores por crear un sistema feudal en América. Consistía en entregar a un grupo de indígenas a un conquistador, un encomendero, como si se tratara de un vasallaje pero sin cesión de tierras. Este sistema suponía un beneficio de los Reyes Católicos a los conquistadores, a cambio de que corrieran con los gastos de la evangelización nativa, debiendo pagar, entre otros, los costes de hospedaje del cura doctrinero.

Todo indígena varón de entre dieciocho y cincuenta años de edad era considerado tributario y estaba obligado a pagar un impuesto al Rey en su condición de “vasallo” de la Corona castellana o, en su defecto, al encomendero que ejercía este derecho en Nuevo Mundo en nombre del monarca.

Este sistema dio lugar a numerosos abusos contra la población a manos de unos conquistadores que únicamente buscaban conseguir el máximo provecho de la mano de obra indígena. Estos abusos llegaron a oídos de la Corona y, a pesar de los esfuerzos de Fernando El Católico por atajarlos, continuaron de forma velada.

A medida que se consolidaba la presencia española en el nuevo continente, comenzaron a fraguarse nuevos conflictos en torno a la propiedad de las tierras conquistadas, la situación jurídica de los indios, la autoridad de la monarquía y la misión evangelizadora de la colonización.

Surgieron entonces una serie de voces de autores y misioneros españoles como Pedro de Córdoba, Antón de Montesinos, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto o Melchor Cano, que se convertirían en los primeros tratadistas sobre “los derechos naturales y el derecho de gentes”. Entre este prestigioso grupo de pensadores españoles, destacaría de un modo muy especial la voz crítica de Fray Bartolomé de Las Casas.

Bartolomé de las Casas nació en Sevilla, se cree que en 1484. A los nueve años, el 31 de marzo de 1493, vivió un suceso que quedaría grabado en su memoria para siempre: el regreso a Sevilla de Cristóbal Colón tras descubrir América, con un cargamento increíble de indígenas, loros, papagayos y otros enseres absolutamente fascinantes procedentes del Nuevo Mundo.

Meses después, el 25 de septiembre, su padre, Pedro de las Casas y su tío, Francisco de Peñalosa, embarcaron en el segundo viaje de Colón. A su regreso, en 1494, su padre trajo consigo un indio taíno esclavo que permaneció con Bartolomé hasta 1500 cuando, por orden de Isabel la Católica, fue devuelto a América junto con los demás indios traídos a España.

Tras concluir sus estudios en Salamanca, el 13 de febrero de 1502 embarcó hacia la isla de La Española en la flota del nuevo gobernador Nicolás de Ovando, probablemente movido por la sed de aventuras y el afán de riqueza propios de cualquier joven de dieciocho años de su tiempo. En La Española actuó como minero y soldado, participando en varias expediciones contra los indios y recibiendo por ello encomiendas, disponiendo de tierras y de indios esclavizados para sus negocios.

En 1506 regresó a España y en 1507 fue ordenado sacerdote, volviendo como tal a La Española en 1508.

En 1512 se trasladó a Cuba como capellán, en la compañía de Pánfilo de Narváez, pero las matanzas de indios que presenció como testigo le hicieron tomar conciencia de las inhumanas condiciones en que vivían los indígenas. Fue entonces cuando el sevillano renunció a sus encomiendas y se decidió a combatir la esclavitud de los nativos por parte de algunos conquistadores españoles.

Una de las constantes en la biografía del padre Las Casas fue su extraordinaria movilidad: su vida estuvo marcada por continuas idas y vueltas entre ambos continentes, compaginando su labor evangelizadora en América con su incasable faceta de intelectual en la Corte española.

Sus buenas conexiones le permitieron tener acceso a los monarcas españoles, tratando personalmente a tres reyes: Fernando el Católico, Carlos V y Felipe II. Ante todos ellos denunció los métodos y las prácticas de la conquista y la inexistente defensa de los derechos de los indígenas.

Gracias a su tenacidad, Las Casas logró que fueran promulgadas las llamadas Nuevas Leyes para el Tratamiento y Preservación de los Indios de 1542, que limitaban la autonomía de los conquistadores, prohibían la esclavitud de los indios y, de alguna manera, abrían el camino para las futuras legislaciones sobre derechos humanos.

Sin embargo, tanto estas leyes como otras muchas impuestas desde Palacio para atajar los abusos en Nuevo Mundo, no pasaron de la teoría ya que, en la práctica, la distancia con América suponía una barrera insalvable para su cumplimiento.

Cansado y, en gran medida decepcionado, al ver que sus proyectos rara vez lograban resultados prácticos visibles y duraderos, en 1547 decidió regresar a España para dedicarse a su vocación espiritual y a la publicación de sus libros.

Eligió como lugar de residencia el Colegio de San Gregorio de Valladolid, sede en aquel momento de la Corte itinerante y principal centro de estudio de la orden dominica.

A pesar de los reveses sufridos, participó activamente en la construcción del pensamiento español del siglo XVI y, en 1550-1551, protagonizaría uno de los episodios más determinantes en la Historia del mundo occidental: la denominada Junta de Valladolid o Controversia de Valladolid… un hito que convertiría a la capital castellana en la primera sede de un debate sobre derechos humanos en la Historia de la humanidad.

Esta célebre discusión, celebrada en el mencionado Colegio de San Gregorio, enfrentó dos formas antagónicas de concebir la conquista de América: la de quienes defendían que los indígenas poseían los mismos derechos que cualquier cristiano (tesis defendida por Bartolomé de Las Casas), contra los que creían justificado que un pueblo “superior” impusiera su tutela a pueblos “inferiores” para permitirles acceder a un mayor grado de desarrollo (idea defendida por Ginés de Sepúlveda).

Aunque no hubo una resolución final, este debate supuso el inicio de un cambio que se tradujo en más derechos para los indígenas, así como la primera ocasión ( y quizá la última en la Historia) en la que un imperio abría oficialmente un debate sobre si los métodos empleados para extender su dominio eran los más justos.

En sus últimos años de la vida, Bartolomé de las Casas concluyó dos de sus obras más conocidas: Historia de las Indias y Apologética historia sumaria. En ellas el fraile dominico radicalizó sus postulados, llegando incluso a exigir una completa restitución de los bienes sustraídos a los indios por parte de los conquistadores españoles.

Las Casas falleció en 1566, en este convento dominico de Atocha, en Madrid. Hoy, esta placa nos recuerda que "Aquí murió y fue enterrado en 1566 fray Bartolomé de Las Casas, llamado el Apóstol de los Indios", aunque desgraciadamente sus restos no se conservan, ya que se perdieron al ser incendiada la iglesia el 20 de julio de 1936, tres días después de que la Guerra Civil estallara en la capital.

No obstante, y a pesar de su legado, pocos personajes en la Historia de España resultan tan controvertidos como el fraile dominico. Su figura permanece rodeada de polémica: para unos, fue el gran promotor de los derechos humanos y, para otros, uno de los principales responsables de la Leyenda Negra contra España.

Su obra clave, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, escrita con la intención de que Felipe II conociera las injusticias que estaban cometiendo los conquistadores españoles en América, aportaba cifras quizá un tanto exageradas adrede para llamar así la atención del poder Real… un hecho que supo aprovechar Guillermo de Orange, el hombre que encabezaba en los Países Bajos la rebelión contra el Imperio español.

Orange buscaba la forma de debilitar a España a través de la propaganda y se valió de las crecidas cifras de indios muertos que aportó el dominico para criticar la conquista de América y presentar a los españoles como opresores de naciones, alertando de que no tardarían en hacer lo mismo en los Países Bajos. Una propaganda antiespañola que no disimulaba las ansias coloniales de los rivales de España.

Si bien es innegable que los conquistadores españoles actuaron de forma cruel y violenta, no debemos olvidar que España fue el país colonizador que paralizó por primera y única vez en la Historia una conquista para determinar, a través de la anteriormente mencionada Controversia de Valladolid, cuál era el trato justo que se debía otorgar a los pueblos conquistados.

A pesar de que la investigación histórica ha barrido muchos tópicos, y de que no debemos juzgar aquellos hechos desde nuestros valores actuales, la Leyenda Negra sobre España se resiste a desaparecer cinco siglos después, dispuesta siempre a asomar cuando la ocasión lo permite.

Es obvio que la conquista de América, la mayor hazaña de la Historia española, permanece hoy rodeada de claroscuros y que carecemos de muchas de las respuestas sobre lo sucedido en Nuevo Mundo… pero sin duda una de las luces que nos devuelve es la lucha intelectual que se fraguó en torno a ella y la defensa por la dignidad y la libertad liderada por Fray Bartolomé de las Casas.

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474 o 1484​-Madrid, 1566)

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474 o 1484​-Madrid, 1566)

No consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados
— Isabel la Católica


¿cómo puedo encontrar el lugar en el que estivo enterrado bartolomé de las casas en madrid?