A cuadros

Casa natal de Juan Gris. Madrid, 2019 ©ReviveMadrid

Casa natal de Juan Gris. Madrid, 2022 ©ReviveMadrid

juan gris, madrileño al cubo

¿Alguna vez has escuchado esa expresión tan española de que “en la mesa no se habla de política, ni de fútbol ni de religión”? Se refiere a que existen ciertos temas con los que es muy probable que una conversación entre dos o más personas, por familiares o amigos que sean, acabe en discusión. Y es que muchas veces nos aferramos a nuestros puntos de vista, defendiéndolos a capa y espada, y rechazando los ajenos, sin darnos cuenta de que estos podrían aportarnos mayor conocimiento, experiencia y criterio.

En mi opinión, en nuestra sociedad cada vez existen más temas “tabú” en los que asumimos que difícilmente podremos expresar nuestra opinión y, probablemente, tampoco aceptaremos la opuesta. Compartir y conocer nuevos puntos de vista no sólo es fundamental para nuestro crecimiento personal sino también para nuestro avance como sociedad. Por contra, no respetar puntos de vista ajenos puede conducirnos al fanatismo.

Si existe un ámbito en el que los puntos de vista diferentes han jugado un papel determinante como herramienta de avance y desarrollo, es el mundo del arte. En concreto, el Cubismo es el estilo que mejor ejemplifica la necesidad de ruptura como elemento de progreso… una nueva forma de entender la realidad que, aunque iniciada por Pablo Picasso, tuvo en el madrileño Juan Gris su más fiel representante.

A principios del siglo XX, por Europa corrían aires de renovación. El panorama cultural e intelectual se encontraba muy vivo: el cine, la fotografía, la música, la literatura, la pintura e incluso la psicología, con el psicoanálisis a la cabeza, exploraban nuevos terrenos.

En este contexto, París se convirtió en capital mundial de la modernidad. Lugar de encuentro de la bohemia, de los cafés, los cabarets, la noche y la creatividad, la capital francesa vería nacer uno de los periodos más esplendorosos y renovadores de la historia.

Multitud de jóvenes creadores, llegados de todos los rincones del mundo, se reunieron en la ciudad del Sena para impregnarse de su ambiente artístico. Los artistas se lanzaron hacia una nueva forma de hacer arte, causa y consecuencia de una sociedad moderna y en constante ebullición, necesitada de nuevas formas de expresión. Surgieron así infinidad de tendencias artísticas con maneras de ver y hacer completamente diferentes: las llamadas vanguardias.

Todas estas corrientes tenían en común su carácter innovador y un continuo afán de revolución, como forma de romper con la tradición y el mundo del arte tradicional.

Por primera vez en la historia, el artista tomaba conciencia de su libertad creativa y expresiva, inventando nuevos lenguajes, liberándose de las ataduras y modas del momento y comenzando a experimentar.

Desde el Renacimiento y hasta entonces, se había asumido que la pintura o la escultura debían ser una fiel representación de la realidad. Sin embargo, a principios del siglo XX la fotografía ya permitía cubrir esta pretensión, por lo que los artistas comenzaron a profundizar en planteamientos conceptuales.

Así, el nuevo siglo presenció el nacimiento y desarrollo de vanguardias como el expresionismo, el dadaímo, el surrealismo, el futurismo y, por supuesto, el cubismo… el primero de todos estos movimientos y, a la postre, el de mayor proyección.

En 1906, Pablo Picasso descubría, en el Museo del Louvre de París, la escultura ibérica y el arte africano.

El primitivismo de aquellas obras impulsó en el malagueño un deseo de vuelta a lo sustancial y una ruptura con la pintura académica. Alejado de todo y de todos, encerrado en su estudio y trabajando a partir de fotografías de colecciones etnográficas, Picasso gestó una revolución.

Durante los meses de junio y julio de 1907, el pintor andaluz mostraba su nuevo cuadro, Las señoritas de Avignon, hoy no solamente considerada la primera obra cubista sino también el punto de partida de las vanguardias.

Este novedoso estilo artístico, denominado Cubismo, permitía descomponer la figura científicamente, dividirla en planos, dislocar el espacio, así como sugerir movimiento y volumen en la superficie plana e inmóvil de un lienzo.

Se trataba de una revolución plástica, pero sobre todo mental. En el Cubismo, el punto de vista del espectador convierte los objetos en experiencias visuales que deben ordenarse en su subconsciente hasta hacerse reales, de manera que las obras cubistas nunca funcionan como una totalidad independiente, sino que terminan de construirse en nuestra mente.

Todos estos logros e innovaciones artísticas, trabajados inicialmente por Pablo Picasso y Georges Braque, desarrollaron un nuevo idioma visual y conceptual que se extendería hasta hacerse universal.

Muchos artistas de toda Europa se sirvieron de las novedades que continuamente emergían de los estudios de ambos artistas … entre otros el que a la postre se acabaría convirtiendo en adalid del cubismo: el madrileño Juan Gris.

José Victoriano Gónzalez Pérez, nació en esta casa de la Calle Tetuán, junto a la madrileña Puerta del Sol, el 23 de marzo de 1887.

Fue el decimotercer hijo de un matrimonio acomodado, formado por un comerciante vallisoletano y una malagueña. Tan sólo cuatro de los catorce hermanos llegarían a edad adulta.

José estudió matemáticas, física, ingeniería y metodología científica en la Escuela de Artes e Industrias (actual Escuela Politécnica de Madrid) combinando el estudio de disciplinas técnicas con su afición al dibujo artístico.

Sin acabar sus estudios, comenzó a trabajar como ilustrador para publicaciones como Blanco y Negro y Madrid cómico, ofreciendo una crónica ácida y divertida de la actualidad social, cultural y política de su tiempo.

En 1906, dispuesto a escapar del reclutamiento militar para la Guerra de Marruecos y decidido a conocer la vida artística, José Victoriano se mudó a París, donde cambió su nombre por el de Juan Gris.

En la capital francesa, Gris comenzó a pintar según el método académico que había aprendido en Madrid, aunque el contacto con la vanguardia y la bohemia de Montmartre pronto le hicieron dudar de su estilo… dudas que incrementarían tras conocer a Pablo Picasso, un encuentro que resultaría decisivo en la vida del artista madrileño.

Picasso, ya reconocido en París como un pintor de talento, consiguió a Juan Gris su primer estudio en Montmartre y le introdujo en el ambiente artístico e intelectual, de críticos y marchantes, de la ciudad. Además, Picasso iniciaría al pintor madrileño en el nuevo estilo que por aquel entonces estaba investigando junto a Georges Braque. Incorporado al grupo, Juan Gris sería testigo del nacimiento del Cubismo.

Cuadro a cuadro, Gris ensayó las nuevas experiencias que sus amigos cubistas habían investigado, especialmente investigó cómo es posible representar los objetos desde diferentes puntos de vista. Poco a poco, el madrileño fue capaz de inventar su propio estilo partiendo del Cubismo inicial.

Con el tiempo, el estilo analítico de Picasso, más desordenado, dejó de interesar a Juan Gris, que comenzó a desarrollar un Cubismo sintético que le permitiría desvelar en sus obras la esencia geométrica de la realidad, siempre de una forma refinada y acompañada de una rica paleta de colores, a diferencia del cubismo inicial.

El estilo personal de Juan Gris quedó patente en magníficas obras como Retrato de Pablo Picasso (1912), Bodegón con persiana (1914), Guitarra y Pipa (1913) o La botella de anís (1914).

Pero el pintor madrileño no sólo ansiaba pintar, también pretendía conseguir explicar al mundo este nuevo lenguaje artístico de una forma racional: mientras Picasso era el genial improvisador, Gris, a su sombra, se convirtió en un teórico. Esta tensa y desigual relación entre ambos pintores acabó por separarles.

El 28 de junio de 1914 estallaba la Primera Guerra Mundial, una de las más devastadoras que la historia ha conocido.

Los artistas franceses, como cualquier ciudadano de a pie, fueron movilizados al frente. Los cubistas que quedaron en París eran o bien franceses no aptos para el combate, por razones de edad, o extranjeros que permanecieron en la retaguardia por pertenecer a un país neutral, como era el caso de Picasso o Gris.

Toda la riqueza cultural que había surgido en aquel París de vanguardia estaba abocada a desaparecer, con un frente de batalla ubicado a tan sólo 100 kilómetros de la ciudad.

La guerra era una realidad, sin embargo, los artistas cubistas rechazaron representar el conflicto como tema, dejando que la fotografía se encargara de ello.

Una vez finalizada la guerra, en 1918, Europa mostraba las consecuencias los horrores cometidos en un brutal conflicto que había destruido el microcosmos de cada hombre, hasta generar una grave crisis colectiva.

Gran cantidad de los artistas que habían luchado en el campo de batalla se desencantaron y otros tantos acabaron traumatizados. El Cubismo se contagió de la creciente desmoralización, de manera que muchos creadores abandonaron este estilo y buscaron nuevos caminos para plasmar la forma y el espacio, entre otros Picasso y Braque.

Por contra, Juan Gris se mantuvo fiel al lenguaje cubista tras la Gran Guerra. A partir de ese momento, su nombre comenzó a ser realmente conocido en Europa… aunque desgraciadamente el éxito tropezaría al poco tiempo con la enfermedad.

En 1920 le fue diagnosticada una pleuresía, enfermedad pulmonar que con el tiempo le llevaría a la tumba. Aunque Gris siguió pintando, su obra se vio estancada hasta su muerte, acaecida el 11 de mayo de 1927 en Boulogne-Billancourt, Francia.

Al igual que otros cubistas, Juan Gris tuvo muy poca presencia en los circuitos culturales españoles mientras vivió, e incluso décadas después de su muerte. Sería a partir de la década de 1980, cuando varios museos como el Museo Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando o la Fundación Lázaro Galdiano, comenzaron a adquirir una obra que, al igual que su casa natal, en pleno centro de Madrid, pasó desapercibida durante mucho tiempo.

De vida breve, pero de obra intensa, Juan Gris fue siempre un artista fiel a su estilo, que murió con la tristeza de que su nombre no fuera conocido en España y de que su arte cayera en la invisibilidad del que actúa a la sombra de los que más brillan. Un artista eterno, a quien Pablo Picasso un buen día, años después de su muerte, no dudó en definir como "el pintor que sabía lo que hacía".

Juan Gris (Madrid, 1887- Boulogne-sur-Seine, 1927)

Juan Gris (Madrid, 1887- Boulogne-sur-Seine, 1927)

Cuanto más una imagen está basada en algo corriente o vulgar más fuerza y más poesía ella tiene
— Juan Gris


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