Una momia en el salón

Museo Antropológico de Madrid. Madrid, 2019 ©ReviveMadrid

Museo Antropológico de Madrid. Madrid, 2019 ©ReviveMadrid

El doctor Velasco, disección de una leyenda

¿Alguna vez te has preguntado en qué se inspiran las novelas de misterio y terror? Probablemente en sucesos que ocurrieron en el propio entorno de los novelistas… quizás en lugares por los que pasamos cada día sin ser conscientes de los secretos que esconden. La historia del Doctor Velasco y su hija Conchita, en el Madrid del siglo XIX, inspiró angustiosos relatos… y es que, en ocasiones, la realidad supera a la ficción.

Hijo de labradores, Pedro González Velasco (Valseca, Segovia 1815-1882, Madrid) nació y se crió en un pequeño pueblo segoviano. Al morir sus padres, se mudó a Madrid, donde pasó a servir en casa de varios aristócratas mientras cursaba estudios de Anatomía.

Llegó a convertirse en catedrático de operaciones en la Facultad de Medicina de Madrid y doctor en el Hospital Clínico San Carlos, mientras desarrollaba su gran pasión: la conservación de cadáveres para la enseñanza. Se dice que llegó a diseccionar más de 8.000 cuerpos.

Velasco gozaba de gran fama y prestigio como cirujano, siendo considerado uno de los mejores en la España de la época. Reunió una considerable fortuna que le permitió encargar a su amigo y reputado arquitecto, el Marqués de Cubas, la construcción de una mansión que, además de servirle como residencia, se empleara con el tiempo como museo personal para acoger la colección etnológica que el doctor había reunido a lo largo de sus viajes. Este edificio neoclásico alberga actualmente el Museo Nacional de Antropología.

Sin embargo, en 1864 un acontecimiento quebró las vidas del doctor y su esposa: fallecía, con quince años, su única hija, María de la Concepción, a causa de fiebre tifoidea. La muerte de Conchita sumió a Velasco en una terrible depresión. Se añadía al dolor de la pérdida de su única hija, la convicción de haber provocado su muerte al administrarle un tratamiento contraindicado.

Desesperado e incapaz de asumir los hechos, Velasco pidió permiso para embalsamar personalmente a su hija que, posteriormente, fue enterrada en la Sacramental de San Isidro. Cubrió las paredes de su casa con retratos de Conchita e inició un profundo descenso a la locura.

Once años después, en 1875, Alfonso XII inauguraba el Museo Anatómico de Velasco, lo que permitía al trastornado doctor llevar a cabo un deseo secreto guardado durante tantos años: trasladar el cuerpo de su hija a una capilla instalada en el propio museo. Aquí comenzaría lo que el cronista Mariano de Cavia describió como “un capítulo terrible de una historia de amor, dolor y desvarío”.

Tras obtener las pertinentes autorizaciones el doctor procedió personalmente a la exhumación del cuerpo de su hija. Cuentan los testigos que el proceso de embalsamado fue tan escrupuloso que, once años después del entierro, el cadáver permanecía intacto, incluso con sus miembros flexibles.

Finalmente, el cuerpo fue colocado en un cuarto del museo, envuelto en un sudario, permaneciendo así todo un verano para que los líquidos se evaporasen y el cadáver se momificara. Velasco ordenó que maquillaran a su hija momificada, que la vistieran a la moda y que la colocaran en una vitrina en la capilla destinada a acogerla. Se dice que solía hablar diariamente con ella e incluso se empeñó en sentarla a comer a la mesa… algo a lo que su mujer se opuso. Después de un tiempo, más sereno, el doctor ordenó retirar el maquillaje del seco rostro de la momia y que se cubriesen los despojos de su hija con un sudario.

La ruina económica y emocional marcaron los últimos años de vida del doctor: sumido en el recuerdo de la pérdida de su hija y aquejado de una grave enfermedad pulmonar, fallecía el día 21 de octubre de 1882.

A pesar de que su deseo era que sus restos mortales descansaran, junto a los de su mujer e hija, en el propio museo, años después su viuda, Engracia Pérez, que nunca aprobó la conducta de Velasco, decidió el traslado del cuerpo de Conchita de nuevo al panteón familiar de la Sacramental de San Isidro, donde actualmente descansan padre, madre e hija.

Aunque los actos desesperados y dramáticos de un padre abatido y perturbado por la muerte de una hija no deben empañar la trayectoria profesional de uno de los anatomistas más destacados de la nuestra Medicina, es innegable que la macabra historia del Doctor Velasco y su hija Conchita ocupará siempre un lugar entre las leyendas negras que envuelven la capital madrileña.

Esquela de Conchita Velasco, 1884

Esquela de Conchita Velasco, 1884

Sus ojos están “apergaminados y rugosos”, “sus mejillas negruzcas y endurecidas”. Pero el doctor se hallaba fascinado. Pulido reflexiona: “¿No le mata el ver que sus miradas cariñosas resbalan sobre aquel frío y repulsivo semblante?
— Ángel Pulido Fernández


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