Camino. Sin cojear. Rápido, elegante, erguido. Como si el demonio que me torció las piernas hubiese tenido la decencia de arrepentirse. Me miro los pies: derechos. Me toco la espalda…
Leer más¡Ea, pues! Que se sepa de una vez por todas y quede escrito para escarnio de listillos y desmemoria de las academias: yo fui criatura de don Francisco de Quevedo, y más que criatura, reflejo…
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